LA LLAVE DE LAS OPORTUNIDADES

Por Salvador Montoya/Escritor
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La ceremonia de entrega de “las llaves de la ciudad” tiene alrededor de setecientos años de antigüedad. Para esa época las llaves de la ciudad eran símbolo de conquista de un territorio o de una ciudad. El origen de esta práctica se debe a que en las ciudades amuralladas o con fortalezas medievales se contaba con unas llaves que daban acceso a la ciudad y abrían todas las puertas de los muros. Así que, estas llaves se le entregaban a las personas de alta confianza de la ciudad o cuando la ciudad se rendía ante una invasión. La primera vez que se hizo esta ceremonia fue en Londres en 1237. En la actualidad las llaves de la ciudad es una distinción honorífica que se otorga por parte de una ciudad a visitantes ilustres o habitantes como gesto de respeto y admiración. Por tanto, ejercer liderazgo es poseer las llaves del éxito, las llaves del triunfo. Todo líder es conocido por las llaves que usa en su acción y en su pensamiento.
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Jesús de Nazaret mencionó tres veces la palabra llave. Y en cada oportunidad reveló una llave del liderazgo. La primera vez le dijo a Pedro: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16.19). Esta es la llave de los accesos. Es la llave que te permite entrar a nuevas dimensiones de autoridad y de gobierno. Es la llave de las posibilidades. Esa llave te habilita a la transformación y al cambio, a elevarte por encima de la mediocridad y del desgano. Esta llave la definió muy bien el científico Karl Popper en su libro clásico, de 1945, La sociedad abierta y sus enemigos. Sólo es posible una sociedad abierta donde sus ciudadanos tengan la llave de los accesos al bienestar y al desarrollo. Popper asentó que toda sociedad abierta se basa en individuos libres, con soberanía en sus decisiones personales y en el ejercicio del pensamiento crítico. La rigidez, el encierro en las propias tradiciones y en lo retrógrado cierra las puertas a la excelencia, a lo extraordinario y a lo enriquecedor. Sociedades donde impera la rigidez el subdesarrollo las carcome por dentro y por fuera.
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También Jesús de Nazaret dijo: “¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis” (Lucas 11.52). Esta es la llave de la ciencia. Es la llave de los saberes y del conocimiento. Es la llave que te permite alcanzar la excelencia y te desarrolla la capacidad para generar ideas. Es la llave de la revelación y de la iluminación. Decía el Libertador Simón Bolívar: “Nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza”. Hoy vivimos en la era de la posverdad. ¿Y eso qué significa? Que ya los hechos y las pruebas fidedignas no importan solamente. Impera es el sentimiento en las perspectivas, tus intereses mediatizados en tu conducta y en tus ideas. Esto lo describía con ardor extremadamente conservador hace años el filósofo Allan Bloom en su libro famoso, de 1987, El cierre de la mente moderna. Quien vive libre tiene mente de discípulo, mente de lector, mente de innovador. Tiene un voraz deseo por aprender y por devorar saberes. Cuando se banalizan los conocimientos se caotiza una civilización. Dime la ciencia que produces y desarrollas y te diré la calidad de vida que llevas.
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Y por tercera vez Jesús de Nazaret proclamó: “Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Apocalipsis 3.7). Esta es la llave de los tesoros. Es la llave de las finanzas y de la entrada a los palacios y a los centros de poder y de autoridad. Es la llave de las riquezas. La llave de David hace referencia a Isaías 22.22: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá”. Este era el mayordomo del palacio del rey. Con razón afirma el economista Thomas Piketty en su libro poderoso, de 2013, El capital en el siglo XXI que quien es capaz de generar información y conocimiento, es capaz de producir riqueza. Y tal riqueza se potencia no solo por los datos de productividad física sino en el bienestar social y cultural que lo rodea. Por ello la riqueza debe tener carácter de humanismo y de justicia. La llave de los tesoros nos invita a producir riquezas en lo que hacemos, en lo que trabajamos y en lo que proyectamos, en lo que pensamos y en lo que vivimos.
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Por consiguiente, la llave como símbolo de poder y de autoridad nos invita al liderazgo en todas las esferas de la sociedad. La llave es el derecho al acceso del dominio. Y quien adquiere estas llaves posee las riendas del gobierno dentro del campo y de la esfera de su llamado y de sus talentos. Tú también tienes entonces las llaves de la ciudad. Todos tenemos las llaves de la ciudad. La llave de las oportunidades.

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