EL NUEVO ORDEN MUNDIAL EN LA ERA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Por Salvador Montoya/Escritor
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Es famosa la anécdota del filósofo cínico Diógenes de Sínope cuando a pleno mediodía llevaba una lámpara encendida. Y cualquiera que le preguntara la razón de aquella aparente contradicción (pues se supone que en el clímax del sol no se necesita luz extra), Diógenes contestaba que buscaba un hombre verdadero. Es decir, la luz del conocimiento ilumina la conciencia del hombre, su estadía aquí en la tierra. Por eso en los famosos cuadros de Vermeer, El geógrafo y El astrónomo vemos a esos hombres debatiéndose en entender su papel y su posición en la historia, en el cosmos, en los mapas de la vida. Porque el orden de su mundo se relaciona con el orden de su conciencia y de su bienestar como lo demuestra Ernesto Sábato con su libro Uno y el universo. En otras palabras, quien viaja al centro de la esfera del hombre, hace la travesía para ser protagonista de su identidad terrestre como lo evidencia William Ospina en su texto Los nuevos centros de la esfera. Así que, hombres lúcidos entienden el nuevo orden mundial y sus desafíos como lo sostiene Vintila Horia en su libro Viaje a los centros del hombre.
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¿Cómo se ha dado el orden mundial en el pasado? ¿Qué tiene que ver con nosotros hoy? ¿Por qué es importante ser consciente de ello? Pues bien, si tomamos de partida la caída o la desintegración del imperio romano, el orden mundial fue seguido por las monarquías universales asociadas a las religiones imperantes. En el caso occidental: monarquías universales de la cristiandad forjadas por la mezcla con los pueblos germánicos. Estas fracasaron pues la religión quebrantó sus bases en sus diferentes corrientes (católica, protestante). Y así se dio el primer orden mundial fundamentado en el Tratado de Westfalia (1648). Este orden estableció una configuración de monarquías y poderes sin inmiscuirse en los asuntos internos de cada Estado. De allí que la guerra por la religión entre ellos se iba a evitar. Luego vino la era de las revoluciones y le dieron un vuelco a esos principios. Sin embargo, con la derrota de Bonaparte nace otro nuevo orden basado en el Concierto Europeo (1815). Durante un siglo este sistema de equilibrio de poderes mantuvo a Europa sin enormes guerras. Y todo esto se trastorna y cambia con el nuevo orden a partir de las crisis y las Dos Guerras Mundiales (1914-1918/1939-1944). Emerge un mundo entonces de esta quiebra muy suspicaz y altamente agresivo. Así que desde allí entramos en el orden mundial Bipolar (Estados Unidos versus Rusia soviética/1945-1991). La lucha feroz por repartirse el mundo entre los países capitalistas y los países comunistas. Cae este sistema con el derrumbe del Muro de Berlín (1989) y la implosión de la Rusia soviética (1991). Y de esta forma entramos en el orden mundial de la Unipolaridad Estadounidense. Pero con el desastre de la Guerra en Irak (2001) termina esta hegemonía total y emergen actores poderosos en la escena global: Rusia y China, dando entrada a la hipótesis del Mundo Tripolar.
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En el año 2015 un joven venezolano de catorce años crea una aplicación para navegar en la web de manera segura, que no guarden los historiales. Se llama Hugo Cuenca Reggeti. Es un programador de manera autodidacta. Pero su inteligencia no surge de la nada. Está en un programa educativo para jóvenes de talentos superiores en los Estados Unidos. Y fue seleccionado por la Universidad de Duke para su programa de matemáticas y de ciencias. Cuenca Reggeti es desafiante e innovador. Dos cualidades de la era de la inteligencia artificial. Por su parte, la científica venezolana Mayly Sánchez estudia los neutrinos (partículas subatómicas que podrían curar enfermedades y transformar problemas atmosféricos) y recibe de manos del Presidente Obama, en 2012, un premio a la investigación científica. Otra muestra de los saberes necesarios para la era de la inteligencia artificial. Es como aquel videojuego creado en 2015 por el español Carlos Coronado MIND: Path to Thalamus. Es una aventura de rompecabezas para descifrar la conciencia de un hombre que quiere salir de sus laberintos existenciales, al centro de su cerebro, al blanco de su tálamo. Y es justamente el desafío de la era de la inteligencia artificial.
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El Dr. Kai-Fu Lee, el genial empresario chino y gran teórico de la inteligencia artificial publicó en 2018 el libro AI Superpowers: China, Silicon Valley and the New World Order [Los Superpoderes de la Inteligencia Artificial: China, Silicon Valley y el Nuevo Orden Mundial] donde establece que el desarrollo de la Inteligencia Artificial no es solo un cambio en la ciencia técnica de la civilización humana sino quien disponga de estos poderes liderará el dominio del nuevo orden mundial. Y por este liderazgo están en la lucha China y los Estados Unidos. Claro Rusia no se queda atrás, ya que el propio presidente Vladimir Putin ha dicho: “La inteligencia artificial ofrece oportunidades colosales, pero también amenazas que son difíciles de predecir. Cualquiera que sea el líder en este ámbito será el que maneje el planeta”. En otras palabras, la era de la Inteligencia Artificial es geopolítica, es gobierno mundial, es liderazgo entre las naciones, es Nuevo Orden Mundial, como lo afirma también el genial empresario e inventor Elon Musk.
Ahora bien, ¿qué hacer ante este escenario de lucha y de poder, de conocimiento y de saberes? Propongo el “triángulo de la realidad”: topo y lince (Ramos Sucre), viajero e investigador (Piglia) y novela policial y de ciencia ficción (Deleuze). Para poder liderar en la era de la inteligencia artificial y manejarse con éxito en el nuevo orden mundial se requiere actuar como un topo (profundidad, ir más allá de lo obvio) y un lince (capacidad de resolución, astucia, diligencia). Así lo refiere el escritor venezolano José Antonio Ramos Sucre cuando escribió: “El topo y el lince eran los ministros de mi sabiduría secreta” (José Antonio Ramos Sucre, Antología poética, Caracas, Monte Ávila Editores,  2004, p. 125). El escritor argentino Ricardo Piglia afirma que para vivir es necesario ser viajero (descifrar signos, reconstruir una realidad ausente, un sentido olvidado y futuro) y ser investigador (cubrir un enigma, algo que no se termina de comprender, restaurar y descifrar lo que se vive). Así lo manifiesta Piglia: “…ha habido entonces dos modos básicos de narrar que han persistido desde el origen, dos grandes formas que están más allá de los géneros y cuyas huellas y ruinas podemos ver hoy en las narraciones que circulan y persisten, el viaje y la investigación” (Ricardo Piglia, El discurso del XVII Premio Internacional Novela Rómulo Gallegos, 2011. Disponible en: http://www.latinamericanliteraturetoday.org/es/2017/january/el-discurso-del-xvii-premio-internacional-de-novela-r%C3%B3mulo-gallegos-por-ricardo-piglia [Consulta: 01/03/2019]. El filósofo francés Gilles Deleuze señala que su filosofía se da en dos movimientos: novela policial (investigar seres y sucesos, hacer pesquisas) y de ciencia ficción (pensar y crear otros mundos, otras realidades). Deleuze argumenta: “Un libro de filosofía debe ser, por un lado, una especie muy particular de novela policial, y por otro, una suerte de ciencia ficción” (Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu, 2002, p. 17).
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Por consiguiente, los mapas del futuro, las geopolíticas del nuevo orden mundial en la era de la inteligencia artificial se decodifican con mente de grandes estructuras. Y esas estructuras cartográficas van por la interioridad del espíritu y del conocimiento. Como afirma la escritora española Estrella de Diego en su libro interesante Contra el mapa: disturbios en la geografía colonial de Occidente. Es como aquel canto de los indígenas de Dakota del Sur que dice: “Padre, píntame el mundo en mi cuerpo”. Es decir, lleva en ti las coordenadas que descifran los cosmos, los mundos que se abren y se expanden en tus tiempos. De hecho, el gran escritor y futurista Ray Bradbury en su libro El hombre ilustrado habla de un vagabundo que en su cuerpo lleva tatuado por una mujer viajera en el tiempo historias que nos hablan de viejos y nuevos universos. Todos somos en cierta forma ese hombre ilustrado.

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