MENTALIDAD Y PODER DE LOS PRESIDENTES VENEZOLANOS
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Hay una frase ampliamente conocida que expresa la derrota y la muerte de la inteligencia y de la democracia. Se dice que la pudo haber dicho Goebbels o Millán Astray o algún bárbaro: “Cuando escucho la palabra cultura saco mi pistola”. Y por supuesto que cuando se percuta esa pistola los disparos son dirigidos a la sien de la democracia. Y en nuestra historia venezolana del siglo XX hemos aprendido (o debemos aprender a ser democráticos a pesar de esa balacera). En primer lugar nuestro país Venezuela llega al siglo XX con dos dictaduras crueles y recias: los compadres andinos Cipriano Castro (1899-1908) y Juan Vicente Gómez (1908-1935). Luego le siguen militares de Academia bajo ese mismo cuño aunque tomándose mayores libertades democráticas: Eleazar López Contreras (1936-1941) e Isaías Medina Angarita (1941-1944). Sin embargo, Medina es tumbado por un golpe de estado y entra el civil Rómulo Betancourt dirigiendo la Junta Revolucionaria de Gobierno (1945-1948) y luego le continúa el escritor Rómulo Gallegos (1948) como presidente elegido en votación universal, que luego es tumbado por otro golpe de estado guiado por los militares: Carlos Delgado Chalbaud, Luis Felipe Llovera Páez y Marco Pérez Jiménez. Carlos Delgado Chalbaud (1948-1950) lidera la Junta Militar hasta su magnicidio. Luego dirige la Junta Civil el Dr. Germán Suárez Flamerich (1950-1952). Y por último se acaba la farsa y Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) asume el poderío total desconociendo los resultados de las elecciones ganadas por Jóvito Villalba. Pérez Jiménez se mantiene en el poder hasta que cae por la presión de los grupos democráticos y así arranca la democracia representativa y quienes sirven de puente a ella son Wolfgang Larrazábal (1958) y luego Edgar Sanabria (1958-1959).
Entre estos primeros 60 años de historia lo que nos revela la mentalidad y el poder de los presidentes venezolanos se vincula en varias cosas: los primeros treinta años del siglo veinte todavía el país tenía una economía agropecuaria. Éramos menos de tres millones de habitantes. Después de 1926 el petróleo domina la economía. Y los destinos del país fueron dirigidos mayormente por militares. También se combatió y se persiguió el pensamiento de izquierda sobre todo el comunista. Sin embargo, los que formaron el sistema democrático venezolano también mayormente bebieron de la fuente marxista y socialista. Todo esto se da entre las dos guerras mundiales. Y nuestra población durante esa época más del 80% vivía del campo y más del 60% era analfabeta. Así que trataron estos presidentes a la población con tesis positivistas, racistas, tesis del gendarme necesario o militarista y tesis del atraso racial del pueblo.
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Con la democracia representativa se dinamiza el país en un auge urbano y de grandes expectativas que luego se convirtieron en pesadillas destructivas. Durante cuarenta años gobernaron los siguientes líderes del bipartidismo Acción Democrática (AD) y COPEI: Rómulo Betancourt (1959-1964), Raúl Leoni (1964-1969), Rafael Caldera (1969-1974/1994-1999), Carlos Andrés Pérez (1974-1979/1989-1993), Luis Herrera Campins (1979-1984), Jaime Lusinchi (1984-1989) y Ramón J. Velázquez (1993-1994). Así que lo primero que salta a la vista es que el liderazgo fue asumido por civiles. Afianzando el famoso Pacto de Punto Fijo. Y ellos mismos llevaron al país a una debacle tremenda. Rómulo Betancourt al enfrentar a los grupos armados de la izquierda guerrillera también lo aprovechó para suspender garantías constitucionales y abusos de poder muy evidentes. Raúl Leoni mantuvo la línea de la Doctrina Betancourt. Rafael Caldera en el primer gobierno allanó la Ciudad Universitaria y logró una política de pacificación con los radicales de la guerrilla. Y en el segundo mandato llegado al poder por aquella frase célebre: “No se le puede pedir democracia a un pueblo que tiene hambre” no pudo contener la corrida bancaria. Carlos Andrés Pérez fomentó en el primer gobierno con la abundancia de petrodólares una Venezuela de proyectos magnos pero a base de empréstitos que al final Luis Herrera Campins afirma: “He recibido un país hipotecado”. Y con el Viernes Negro y el crack del sistema económico no le queda de otra que decir: “La banca me engañó”. Por supuesto que nadie le creyó a tal corrupción descarada. Por su parte Jaime Lusinchi permitió que una barragana (como la llamó un líder político de la época) decidiera muchos de los asuntos relevantes del país. Además el endeudamiento del país fue destinado a fines personales y no para paliar los males de la nación. Entonces cuando vuelve por segunda vez el liderazgo político de Carlos Andrés Pérez sacó su agenda neoliberal y siguió en su línea de corruptelas y de esa manera salió del poder juzgado por corrupción.
Con razón sostiene Maritza Montero que entre los elementos negativos de la psique del venezolano está: la pasividad, la incompetencia, el autoritarismo, el fatalismo y la violencia (Maritza Montero, Ideología, alienación e identidad nacional, Caracas, Biblioteca UCV, 1984). Entonces no es descabellado pensar que de alguna manera esos rasgos se manifiestan en los líderes de esa sociedad si no se esfuerzan por ser diferentes. Por su parte Thamara Hannot basada en análisis socio-literarios concluye que la mentalidad de la sociedad venezolana tiende a ser de inconformidad y de pesimismo, “el sentido de un viaje por un país inconcluso” (Thamara Hannot, La mirada inconforme: una exploración crítica de la literatura de pensamiento en Venezuela (Tesis), Caracas, USM, 1996). Por tanto, las conclusiones en distintas coyunturas sociales revelan que el venezolano en su forma de pensar se muestra con poco interés por un proyecto nacional, “le falta un ideal colectivo” (Roberto Zapata, Valores del venezolano, Caracas, Ediciones Conciencia 21, 1996). Y este desapego y este acercamiento al poder más por amiguismo que por el cumplimiento de las leyes y de los proyectos es estudiado por Alejandro Moreno y va a la raíz de un modelo matricéntrico en la institución familiar (Alejandro Moreno, El aro y la trama: episteme, modernidad y pueblo, Caracas, CIP, 1995). Así que superar toda esta manera de pensar y esta forma de ejercer la autoridad por parte del presidencialismo criollo requiere voluntad de superación y competencia demostrada. Porque cuando escucho la palabra cultura activamos en todo lo que hacemos la genética del dominio y de la inteligencia.
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