DESCIFRANDO EL ESPÍRITU DEL ÁGUILA


Por Salvador Montoya/Escritor
Para la Perla, y así sigas volando muy alto.

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Ellos se montan en avionetas. Ellos cargan sus sacos de semillas o de urea (ellos le llaman burras). Ellos salen de sus casas a las fincas antes de las cuatro de la mañana. Ellos se introducen en el campo sembrado de arroz con el agua hasta la rodilla y entre loma y loma van regando las hectáreas. Ellos llegan a tener la piel amarilla por los químicos tan fuertes que el agua conserva en esa tierra sembrada. En mi pueblo natal donde se siembra arroz estos trabajadores son unos hombres quemados por el sol y por las condiciones rudísimas. Muchos trabajan a destajos, invadidos de incertidumbres. Parecen ser solo fuerza muscular, sudor y horas de esfuerzo. A ellos popularmente la gente les llama: los voladores. Cuando iba a graduarme de liceo decidí enseñar a uno de estos hombres a leer y a escribir. Se llama Vicente. Estos hombres vuelan en aviones pero solo algunos llegan a descifrar el espíritu del vuelo, el verdadero espíritu del águila.
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En la historia de la aviación hubo un hombre que tenía todas las condiciones para hacer volar un aeroplano. Se llamó el Dr. Samuel P. Langley. Era un profesor prominente de matemática y de astronomía. Era, pues un poderoso pensador, inventor y científico. Y antes de finalizar el siglo XIX ya había hecho volar ciertos aparatos no tripulados. Era su sueño de toda la vida construir un aparato que el hombre pudiera volar. En 1898 el gobierno de los Estados Unidos le entregó la cantidad de cincuenta mil dólares para construir un aeroplano y que un hombre pudiera ir a bordo. Langley contrató a los mejores pero cinco años después, en 1903, los aeroplanos habían fracasado en su intento en volar. Y Langley entonces se dio en cierta forma por vencido. Admitió que otros debían seguir su trabajo. Y ese mismo año en otro lado de Estados Unidos sin la prensa, ni los recursos ni los estudios de Langley, los hermanos Orville y Wilbur Wright hicieron volar el primer aeroplano. Porque descifrar el espíritu del vuelo, el espíritu del águila requiere una voluntad de poder.
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El extraordinario poeta venezolano Eugenio Montejo le dedicó una poesía al otro extraordinario poeta venezolano Vicente Gervasi donde plantea los vuelos de la vida. Montejo la tituló: La vida. Montejo despliega todo su genio poético y filosófico al decir:
La Vida
A Vicente Gerbasi.
La Vida toma aviones y se aleja;
sale de día, de noche, a cada instante
hacia remotos aeropuertos.

La Vida se va, se fue, llega más tarde;
es difícil seguirla: tiene horarios
imprevistos, secretos;
cambia de ruta, sueña a bordo, vuela.

La Vida puede llegar ahora, no sabemos,
puede estar en Nebraska, en Estambul,
o ser esa mujer que duerme
en la sala de espera.

La Vida es el misterio en los tableros,
los viajantes que parten o regresan,
el miedo, la aventura, los sollozos,
las nieblas que nos quedan del adiós
y los aviones puros que se elevan
hacia los aires altos del deseo.

En otras palabras: todos en la vida tomamos un vuelo pero cuando desciframos el espíritu del vuelo, el verdadero espíritu del águila alcanzamos la grandeza y disfrutamos de la vida abundante llena de misterio y de asombro y por supuesto con sus dolores y sus incertidumbres.
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La Biblia nos acerca estas verdades proféticas sobre el vuelo del espíritu usando al águila de poderosa metáfora. Así desciframos el espíritu del águila en cinco rasgos de su naturaleza y de su poder. En Ezequiel 1.10 y en Apocalipsis 4.7 vemos el rostro del águila simbolizando realeza y carácter de gobierno, visión de 360º (visión fóvea), agudeza, conquista. En Isaías 40.31 se nos habla de levantar alas (el vuelo) de las águilas. El vuelo de las águilas es el vuelo para romper límites, para cazar, para alcanzar nuevas dimensiones. En Deuteronomio 32.11-12 y Éxodo 19.4 nos enseña el poder de la cobertura del águila. Bajo la cobertura del águila se encuentra inspiración, dirección, maestría, destreza. Las águilas incitan al vuelo, rompen con la zona de confort, se vuelven desafiantes y demoledoras del pensamiento tradicionalista y aldeano.
En Apocalipsis 12.14 y en Job 39.27-29 nos muestra las cumbres del águila. Aprendemos allí que los que poseen el espíritu del águila viven en la peña, en las alturas por muy mediocre o tercermundista o putrefacto sea el sistema que le rodee. Las alas del águila te hacen vencer el desierto y la serpiente. Adquieres destrezas para vencer dragones. Porque perteneces a las alturas. Te llamas cúspide. Y por último en el Salmo 103.3-5 se nos descubre el rejuvenecimiento del águila. Ese es el sistema de adquirir renovación, frescura y poder. El águila rejuvenece su pico, sus alas, sus garras. Por ello, cada día hay que reempoderar nuestros talentos, nuestra visión y nuestra actitud de superación y de conquista.
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Al descifrar el espíritu del águila nos conectamos con los principios donde el conocimiento científico empieza a dar respuestas enigmáticas. En primer lugar, cuando se descifra el espíritu del águila te conectas con el principio de indeterminación de Heisenberg. Este científico alemán planteó que no se puede establecer la posición y el momento de una partícula pues resulta imposible conocer el estado real de ningún corpúsculo material. Es decir, estás hecho con el material de una carga de futuro y de poder por explorar, que no se detiene. En segundo lugar, cuando se descifra el espíritu del águila te conectas con el principio de la dualidad onda/partícula de Louis de Broglie. Allí se establece que las propiedades de la luz: onda y corpúsculo pueden integrarse, no hay diferencias fundamentales en ellas. Es decir, un sistema puede evolucionar de forma no determinista. Es el registro de tu historia la cual puede sostener otros universos, otros mundos que saltan por encima de fracasos, reversos y frustraciones.
En tercer lugar, cuando se descifra el espíritu del águila te conectas con la propiedad de la no localidad de Einstein. Es la influencia mutua entre dos partículas producidas en un mismo proceso físico. No importa la distancia. Este principio lleva a la determinación que la observación es la que define la realidad. En otras palabras, tu visión determina el mapa de tu grandeza, de tu esfuerzo. Y en cuarto lugar, cuando se descifra el espíritu del águila te conectas con el teorema de incompletitud de Gödel. Siempre habrá un sistema superior que trasciende. Hay trascendencia en todo lo que haces y en todo lo que vives. No todo es banalidad o superficialidades. Hay rompimientos que vivir, hay un sistema que genera nuevas verdades, nuevos poderes, la nueva imaginación que conquista los mundos. Así es vivir descifrando el espíritu del águila.
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Con tan solo 22 años y en plena Primera Guerra Mundial el venezolano-alemán desde su avión de combate derriba aviones ingleses enemigos. Luego por sus victorias arrolladoras pasa a formar parte de las filas que comandaba Manfred Von Richthofen, el Barón Rojo. El teniente Carlos Meyer Baldó es todo un perspicaz volador y combatiente. Se codeaba con los mejores del mundo. Pertenecía al Escuadrón de los Elegidos. Más adelante se le daría la Copa de Honor al Vencedor de Combates Aéreos. Al finalizar la guerra se hace cargo de los negocios familiares y vuelve a Venezuela. Allí renueva su pasión de volar, se hace amigo del hijo del General Gómez que gobernaba al país. Así conoce los planes de crear el cuerpo aéreo del ejército venezolano. El general Gómez le manda a New York para que actualice sus conocimientos y regresa Meyer Baldó como subinspector e instructor del cuerpo aéreo. Aunque no se le pedía que volara, Meyer Baldó (tenía más de 14 años sin volar) alzó el vuelo en Maracay junto a su mecánico en una nave que no resistió sus piruetas y se rompió una de sus alas y cayó en espiral. Muriéndose así a la edad de 38 años. Es un héroe y un símbolo de todos aquellos que descifran el espíritu del águila: vive de tal manera que tu vuelo se mantenga en las alturas. Nada más y nada menos.

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