LOS SALTOS OLÍMPICOS DEL ESPÍRITU

Por Salvador Montoya/Escritor
Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
Hechos 3.7-8
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Es la tercera mujer venezolana en lograr una medalla olímpica. Su salto siempre ha sido olímpico: saltar por encima del abandono de su padre (“Yo quería que él estuviese orgulloso de mí y me apoyara, pero nunca lo hizo. Igual creo que si lo volviera a ver le pediría la bendición”), saltar por encima de la miseria del ranchito en Puerto La Cruz al que se le filtraba la lluvia (se desvelaba de niña durante las noches de lluvia temiendo que el ranchito se le cayera encima) y saltar por encima de la récords mundiales (“En el Mundial enfrentaré a las mejores del mundo, y también estarán en los Juegos Olímpicos. Las grandes atletas se guardarán todo para los Olímpicos, pero me servirá para evaluar si estoy a nivel de ellas. Podré saber que tanto he evolucionado”). Y la negra que es salto olímpico brincó los 14,95 metros en los Juegos Olímpicos Río 2016 en la competencia de Salto Triple y ganó la medalla de plata. La negra se llama Yulimar Rojas.
La negra es salto olímpico.
En agosto de 2017, en Londres, en el Mundial de Atletismo, Yulimar alcanzó otro logro propio saltando 14.91 metros. Y así se adueñó de la medalla de oro. Ahora es la reina mundial del salto triple.
2
Cuenta el Libertador Simón Bolívar a Perú de la Croix su salto de excelencia, su saltó olímpico: “Me acuerdo todavía que en el año 17 [1817], cuando estábamos en el sitio de Angostura, di uno de mis caballos a mi primer edecán, el actual General Ibarra, para que fuera a llevar algunas órdenes a la línea y recorrerla toda. El caballo era grande y muy corredor, y antes de ensillarlo, Ibarra estaba apostando con varios jefes del ejército a que brincaría el caballo partiendo de la cola e iría a caer del otro lado de la cabeza: lo hizo, efectivamente, y en aquel mismo momento llegaba yo. Dije que aquello no era una gran gracia, y para probarlo a los que estaban presentes, tomé el espacio necesario, di el salto, pero caí sobre el pescuezo del animal, recibiendo un porrazo del cual no hablé. Picado mi amor propio, di un segundo brinco y caí sobre las orejas, recibiendo un golpe peor aún que el primero. Esto no me desanimó: por el contrario, tomé más ardor, y a la tercera vez pude saltar el caballo. Confieso que hice una locura; pero en aquel tiempo no quería que nadie dijese que me sobrepasaba en agilidad, no quería que nadie dijese que hacia lo que no podía hacer. No crean ustedes que esto sea inútil para el hombre que manda a los demás: en todo, si es posible, debe mostrarse superior a los que deben obedecerle: es el modo de establecer un prestigio duradero e indispensable para el que ocupa el primer rango en una sociedad, y particularmente para el que se halla a la cabeza de un ejército”. Bolívar saltó para sellar la independencia del espíritu y del mérito.
El intelectual e historiador venezolano Luis Britto García afirma de ese detalle lo siguiente: “Al mismo Bolívar nadie lo tomó en serio hasta que brincó por sobre un caballo de la cola a la cabeza” (Luis Britto García, El suplicio de los dos puntos, 2015. Disponible en: http://luisbrittogarcia.blogspot.com/2015/01/el-suplicio-de-los-dos-puntos.html [Consulta: 21/04/2017)]. Y en otra parte afirma Britto García: “Nuestro pueblo sólo reconoce la competencia demostrada. Por eso Bolívar domaba [quiso decir saltar] caballos delante de sus llaneros, en lugar de exhibirles títulos nobiliarios o invocar parentescos. Otorguemos la competencia para dirigir a personas que hayan mostrado prominencia o resultados concretos en la materia que deben gerenciar”. (Vanessa Davies, Entrevista a Luis Britto García, 2015. Disponible en: http://www.laiguana.tv/articulos/17714-sacudida-chavismo-britto-garcia-entrevista-candela-vanessa-davies-parlamentarias [Consulta: 15/03/2017]. En otras palabras, el salto olímpico determina la influencia de tu vida en la historia, el carácter que te motiva y la recompensa de tu trabajo.
3
El primero que lo hizo se llamó Joe W. Kittinger, el capitán norteamericano Joe W. Kittinger. Y bajo su Proyecto Excélsior decidió lanzarse el 16 de agosto de 1960 desde una “góndola suspendida por un globo estratosférico a una altura de 102,800 pies [31km con 300m]. Durante más de cuatro minutos y medio, se precipitó hacia el suelo antes de finalmente abrir su paracaídas a los 18.000 pies. Ninguna persona se lanzó en paracaídas a la Tierra desde tal altitud desde entonces”, afirma Gregory Kennedy (Gregory Kennedy, Joseph W. Kittinger y el escalón más alto del mundo, 2016. Disponible en: http://stratocat.com.ar/artics/excelsior-s.htm [Consulta: 14/12/2016]). La máxima velocidad que llegó a alcanzar fue de 625.2 millas por hora. Saltó a una altura de 19 millas más alto que la tierra. Siguiendo este ejemplo extraordinario el austríaco Félix Baumgartner, el 14 de octubre de 2012, superó el récord de Kittinger, al lanzarse en caída libre desde 39 kilómetros de altura, rompiendo así la barrera del sonido sin apoyo de una máquina. Baumgartner alcanzó una velocidad de 1.357,6 kilómetros por hora desde su globo estratosférico. Es el salto más alto de la historia hasta ahora. Pero la grandeza de Kittinger es mayor ya que el mismo preparó a Baumgartner para ese salto y estuvo en todo el proyecto. Porque dar saltos olímpicos requiere de mentores poderosos.
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El pasaje bíblico del epígrafe en Hechos 3 nos refiere el milagro recibido por el cojo que estaba a la puerta del templo pidiendo limosna. El apóstol Pedro al declararle la sanidad el cojo comienza a saltar. Y sigue saltando dentro del templo. Porque cuando eres libre de cualquier tipo de cojera del alma o del espíritu el único poder que lo rompe es la acción de saltar. Un salto es elevarse del suelo con impulso para caer en el mismo lugar o en otro. Pero también un salto es lanzarse desde un lugar alto, generalmente para caer de pie. En otras palabras, se salta para estar de pie, no para sufrir caídas. Pues todo salto precisa violencia, agresividad, rapidez para llevarse a cabo. Mientras hay cojera en tu vida, en tu liderazgo, tus impulsos son muy leves. Se carece de la fuerza para elevarse a las alturas. Todos nacemos con la capacidad de saltar, lo que hacemos a través de la vida es perfeccionarla.
Por tanto, para vivir y permanecer en dimensiones de grandeza es necesario dar los tres saltos olímpicos del espíritu: el salto empresarial, el salto del profesionalismo y el salto de la elegancia. Y todos esos saltos son aspectos de un solo salto: el salto profético. Cruzar el umbral de lo natural para residir en lo profético se hace efectivo cuando saltas. El sueño de todo cojo pudiera ser caminar. Pero el cojo de Hechos 3 decidió saltar. Hay momentos únicos y cumbres en tu vida donde lo que realmente hará la diferencia será el salto que des. Tener mente empresarial, dominio sobre riquezas y bienes requiere saltos olímpicos sagaces (el cojo mientras fue cojo vivía de limosnas). Tener profesionalismo, espíritu de excelencia en todo lo que haces requiere saltos inusuales (el cojo mientras fue cojo y pedía limosnas no desarrolló ningún talento o don). Tener elegancia, gracia o distinción en el vestir y en tus tratos con las personas requiere saltos irreversibles (el cojo mientras fue cojo no le importaba cómo vestirse o cómo tratar a la gente).
5

Hay dos películas maravillosas que son metáforas poderosas de los saltos olímpicos del espíritu. En Interstellar (2014) el protagonista logra saltar entre los tiempos para resolver la salvación de la humanidad y de su familia. En el anime La chica que saltaba a través del tiempo (2006) se manifiesta el poder del amor que cruza el tiempo para hacerse inolvidable. Nadie puede saltar hacia la grandeza sin romper con las cosas que lo atan a la superficie terrestre. Yulimar saltó su esfera de mendicidad, Bolívar saltó sobre su clase social y sobre la opresión, Kittinger saltó sobre el vuelo tradicional, Baumgartner saltó sobre la velocidad del sonido. Y cada salto te ubica en la grandeza y en las dimensiones de poder. Son los saltos olímpicos del espíritu ¡Vamos, salta!

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