LOS NEGOCIOS DE LA GRANDEZA

Por Salvador Montoya/Escritor
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Les cortábamos la cabeza a los pollos, lo pasábamos por agua hervida y luego los desplumábamos. Así monté uno de mis primeros negocios. Me sentía útil, distinto, enérgico. Vendía pollos desplumados. Y a la tarde cuando venía de los estudios veía las cuentas. Mi madre me las entregaba. Y siempre los números no cuadraban. Entonces mi progenitora me explicaba: “Oye, vino una señora que no tenía que darle de comer a sus hijos y yo le di un pollo”. O me explicaba: “Le he fiado un pollo a un señor que todavía no le han pagado pero el paga después”. Yo sabía que esos casos eran irremediables. La generosidad y la cortesía de mi madre llevaban mi negocio a otros derroteros. Entendía también que el negocio de mi madre también era otro. Y comprendí (de forma diáfana y sencilla) en mi adolescencia de negocios que nadie negocia para perder. Se negocia para ser grande, se negocia para alcanzar ganancias duraderas.
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Con 36 años ya estaba él decidido a emprender un proyecto para sacar a los pobres de su miseria. Yunus quería comenzar un banco de microcréditos, sin cobrar interés muy alto; confiando en la buena voluntad de los deudores. La pobreza de los habitantes de Jobra le había impactado en sobremanera su espíritu y quería hacer una transformación positiva. Así que con sus estudiantes el profesor universitario de economía Yunus en Bangladesh consigue con 27 dólares invertir en los negocios de los tejedores de cestas indígenas. Repartió ese dinero entre 47 personas. Era el año de 1976. En 1983 funda el Banco Grameen. Y sigue con la misma filosofía empresarial de créditos. Para el año 2013 según la Revista Semana: “el Banco Grameen tenía 8,47 millones de prestatarios, 96,20 por ciento mujeres. Además, tiene presencia en 81.388 villas en Bangladesh. Ha desembolsado hasta la fecha 14.300 millones de dólares con una tasa de repago del 97,26 por ciento. Ha invertido estos fondos para mejorar la calidad de vida de las personas por medio de préstamos para educación, viviendas y microempresas” (Revista Semana, Yunus: el banquero de los pobres, 2013. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/articulo/muhamad-yunus-bancos-sociales-contra-la-pobreza/365635-3 [Consulta: 28/06/2017]). Yunus, en 2006, recibió por sus éxitos empresariales el Premio Nobel de la Paz. Porque hacer grande a las personas genera grandeza en quien lo hace. Esos son los genuinos negocios de la grandeza.
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La Biblia nos informa que Jesús a la edad de 12 años estuvo por tres días en el templo integrado a las tareas de los hombres emprendedores. Dice Lucas que sus padres lo buscaron desesperadamente y al reclamarles, Jesús les dijo: “Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2.49). Las primeras palabras de Cristo como joven revelan una mentalidad empresarial. Afirma que la actividad espiritual se fundamenta en paradigma de negocios. Jesús de Nazaret comienza rompiendo los esquemas paternales. Un negocio es una ocupación, un trabajo pero un trabajo que debe generar beneficios. En otras palabras, no es un negocio hecho para fracasar o para la ruina. Es un negocio para prosperar. Toda mentalidad empresarial fomenta negocios prósperos. Y la vida espiritual es un negocio de prosperidad. Demuestra Steven Pinker en su libro revolucionario La tabla rasa, de 2003, que uno de los universales humanos o antropológicos (es decir cualidades que todos los seres humanos compartimos con independencia de nuestra sociedad, cultura o momento histórico) es la capacidad para prosperar, poder para generar riqueza. Jesús también afirma esta verdad hablando en plural: los negocios de mi Padre. Es decir, el primer empresario del universo es Dios. Y sus negocios son múltiples. Podemos afirmar, por ende, que hay por lo menos tres negocios divinos, que son los negocios de la grandeza.
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El primer negocio es el negocio de la gente. Para Jesús todo tiene que ver con la gente. Su propósito para cumplir en la tierra tenía que ver con predicar la buena nueva a los pobres, dar libertad a los cautivos, declarar el año agradable, vista a los ciegos, sanidad a los quebrantados del corazón. Y todo ello es para la gente. Porque el negocio de la gente exige que atiendas sus necesidades. También Jesús tenía compasión de las multitudes (de las gentes) porque estaban dispersas y desamparadas como ovejas sin pastor. Su ocupación eran las personas. Porque el negocio de la gente requiere que se inspire a la gente a la grandeza. Por eso fue llamado amigo de pecadores. Porque el negocio de la gente logra transformación verdadera en el espíritu de los pecadores. Toda persona tiene un potencial, un propósito o pasión y una riqueza que desarrollar. Sólo un líder puede explorar tales tesoros. Sin embargo, hay que entrar en el negocio de la gente. El Buen Samaritano entendió este negocio. Tanto el sacerdote como el levita se quedaron en sus propias agendas pero el Buen Samaritano se dedicó al negocio de la gente cual Quijote. Y cuando eres un buen samaritano no te faltará el aceite de la unción, el vino de la palabra y los dos denarios de la prosperidad. La mayor riqueza de una nación es su gente. Quien siembre en ellos se hace tan fuerte como sus personas. Citemos la Teoría de la Jerarquía de las Necesidades Humanas planteada por Abraham Maslow donde sostiene que si garantizas el suplir de ellas (necesidad fisiológica, afectiva, social, de estima y autorrealización) harás que la gente enriquezca su entorno, sea fuerte y tenga plenitud de vida.
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El segundo negocio es el negocio del templo. En el pasaje de Lucas se dice que Jesús estaba en el templo. Pasó tres días allí. Reconocemos así la importancia del templo para Jesús. Era su prioridad y su fortaleza. Notamos el sentido de lo sagrado y de su compromiso con su espiritualidad. ¿Qué aprendemos en el negocio del templo? Dice la Escritura en 1 de Samuel que había una mujer llamada Ana que no podía tener hijos y fue al templo y le pidió un hijo a Dios. Y Jehová se lo dio. El hijo se llamó Samuel y tuvo tres investiduras: juez, sacerdote y profeta. En el negocio del templo se aprende el gobierno, lo profético y el ministerio. Pero un templo exige limpieza, inversión y ofrenda. Ninguna ofrenda es mayor que el templo donde la ofrenda se santifica. Por ello, la generosidad se aprende al ofrendar en el templo, al adorar en el templo, al asistir al templo, al ayunar en el templo, al orar en el templo. En el negocio del templo se aprende la revelación. Por eso dice la Escritura que los doctores de la ley se maravillaban de la inteligencia y de las respuestas de Jesús. Porque en el negocio del templo se desarrolla la inteligencia y la sabiduría para vivir. Porque todo templo es el lugar propicio para la formación de los grandes empresarios. Evidencia James Fowler, en su libro, Las etapas de la fe, de 1981, que cada persona pasa por 6 etapas de la fe: intuitiva (tomada por su padres), literal (tocada por la iglesia), convencional (la fe de su iglesia o denominación), individual (personal y comprometida), consolidada (compleja y reflexiva) y universal (visión mundial, visión de vida). De la misma forma que crece la fe así se proyecta su relación con el templo. No se podrá ejercer fe sin que haya un templo donde se evidencie por los frutos que se tenga fe.
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El tercer negocio es el negocio de la prosperidad y del poder. En Lucas 19.13, Jesús revela la parábola de las minas y declara que había que negociar con esas diez minas. Negociar significa invertir con ganancias. Había que multiplicar lo recibido. El negocio de la prosperidad te promociona a las ganancias. El negocio de la prosperidad te eleva a la multiplicación. El negocio de la prosperidad te fomenta un espíritu de superación. Por eso es que el fin del negocio de la prosperidad no son los dividendos de las minas sino autoridad sobre ciudades. Leamos lo que dice Lucas 19. 17: “Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”. Tener autoridad de prosperidad es convertir tu vida en fuente de poder para que otros aprendan a prosperar. Es usar el poder y la influencia no para la corrupción y la vanidad personal sino para la producción de riquezas en otros. El economista francés Thomas Piketty explica en su libro El capital en el siglo XXI cómo las sociedades del presente y del futuro enfrentan los retos de la riqueza y el poder. Piketty afirma: “El capitalismo patrimonial está de regreso, más allá de que el origen de la fortuna se sitúe en la tierra, como ocurrió en el siglo XVII; en la industria, como sucedió en el siglo XIX; o en el entorno inmobiliario y financiero, como en el siglo XX. Volvemos a la misma lógica de la acumulación y a la economía dominada por dinastías familiares” (Esteban Hernández, ¿Triunfar hoy? O eres un genio o un corrupto: Piketty explica el siglo XXI, 2014. Disponible en: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-04-29/triunfar-hoy-o-eres-un-genio-o-un-corrupto-el-guru-de-moda-explica-el-futuro_122640/ [Consulta: 04/07/2017]). Así que, luchar por prosperar es determinar el estilo de civilización que tenemos y tendremos.
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No obstante, hay consecuencias muy negativas por el mal desempeño de los negocios. En cuanto al negocio de la gente en su mal desempeño dice 2 de Pedro 2.3: “y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme”. Es decir, aquellos líderes que venden a las personas, trafican con sus sueños, traicionan sus esperanzas. Aquellos que usan a las personas con el espíritu de Caín. En cuanto al negocio del templo en su mal desempeño dice Mateo 21. 12-13: “Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Es decir, aquellos que robaban y nada tenían que ver con la adoración, con la ofrenda, con la sabiduría. Estaban era para abusar de las gentes, hacer cohecho, traficar influencias, establecer sobornos. En cuanto al negocio de la prosperidad y el poder en su mal desempeño dice Juan 10.12-13: “Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas”. Es decir, aquellos líderes que no fomentan la prosperidad en otros, que no les importa la condición de los demás y dejan que mueran en miseria y humillación. No enseñan a las gentes el empoderarse de un espíritu de riquezas.

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Afirma Salomón en Eclesiastés 7.8: “Mejor es el fin del negocio que el principio”. En otras palabras, Salomón advierte que hacer negocios al principio será muy duro, se necesitará mucha paciencia, determinación y valentía. Habrá días que se querrá huir y dejar todo, habrá inversiones que no darán resultados y momentos de desánimo y de pérdidas pero el negocio es el correcto porque son los negocios del Padre. Allí hay recompensa: multitudes, sabiduría, abundancia, autoridad, influencia. Cuando pases por momentos de crisis, de presión, de acusaciones falsas, de ganancias poquísimas, sólo recuerda que no has llegado al fin del negocio. Porque en el fin del negocio está tu prosperidad, está tu liderazgo, tus empresas, tu familia en expansión, en grandeza y en bienestar. La Historia del Campesino Elocuente (http://antepasadosnuestros.blogspot.com/2012/10/el-campesino-elocuente.html) que fue escrita hace más de 4000 años narra los negocios del egipcio Inpu y cómo le roban su caravana de productos. Luego va a la corte del faraón para exigir justicia. Allí tiene que enfrenar la corrupción de la corte. Pero al final el intendente del Faraón le imparte justicia. Se le devuelven los bienes robados y el ladrón pasa a ser su esclavo. En ese documento histórico es que por primera vez leemos la Regla de Oro: “Haz al que hace [110] de acuerdo a lo que se le permitió que hiciera”. Así es el final de tu negocio: riqueza, justicia y bienestar para los tuyos y para todos. 

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