LA MATRIZ DE TODOS LOS PODERES
Por Salvador Montoya/Escritor
Bienaventurado el
vientre que te trajo, y los senos que mamaste
Una mujer a
Jesús de Nazaret (Lucas 11.27)
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Iba yo en el
bus somnoliento. Era un universitario apurado, histérico de aprender y
sarcástico. Había tomado el bus en La Encrucijada del estado Aragua para ir a
La Victoria. Los pasajeros íbamos en silencio. Nadie miraba los valles, nadie
era espectador de nadie hasta que una mujer comenzó a gritar y a pedir ayuda.
Todos nos alarmamos. Una chica muy flaca dijo ser enfermera y fue hasta la
mujer adolorida. Entonces fue que supimos la razón: la mujer que se quejaba
estaba a punto de dar a luz. Le habían comenzado los dolores de parto. La jovencita
enfermera la atendía y se llamó a emergencia. Nos detuvimos. Y la mujer salió
del bus ya casi madre a la ambulancia. Porque cuando una matriz, un vientre
está listo para dar a luz, para dar vida trasciende por encima de los dilemas. Demuestra
Aldous Huxley a través de su novela
mundialmente conocida Un mundo feliz
de 1937, la incubación de seres humanos. Allí eran formados, en esa matriz
artificial, las “personas” que luego aceptaban una existencia esclavizante,
banal y sin pensamiento propio. Porque una matriz, un vientre nutre y define tu
existencia. Todo ser humano como toda
nación refleja la matriz que lo concibe.
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En la novela
de Alejo Carpentier Los pasos perdidos, publicada en 1953,
el narrador cubano explora las dimensiones existenciales que causan que un
hombre se debata entre la matriz de lo civilizado y la matriz de lo salvaje. Es
un viaje del cual todos somos nutridos como bebés lactantes. Puede convertirse
en la matriz de todos los poderes. Como puede ser la matriz de todas las
derrotas.
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Ahora bien,
los desafíos que enfrentamos como humanidad en el siglo xxi requieren hombres y
mujeres que provengan de una matriz innovadora, plural, sabia y robusta. El
subdesarrollo, la miseria y el atraso residen en una matriz triple (la matriz
del subdesarrollo): una conciencia
vasalla, relaciones de sumisión y la globalización de la plutocracia. El
intelectual venezolano Arturo Uslar
Pietri en 1969, en su artículo Notas
sobre el vasallaje, asentaba que una conciencia
vasalla: “tiende a ser imitativa y
estéril. No tiene su punto de partida ni en la disidencia ni en la protesta sino
en la aceptación y en la conformidad…Es el reino de los parásitos…” (Arturo
Uslar Pietri, Nuevo Mundo Mundo Nuevo,
Caracas, Biblioteca Ayacucho, p. 81-82). Y cuando ya posees
una conciencia vasalla, una mentalidad de pura imitación, se hace fácil caer en
relaciones de sumisión, donde no hay
poder para generar ideas propias o voluntad para crear y forjarse un futuro.
Por ello establece el economista venezolano Enzo del Búfalo, en su libro profundo: “Pero si nuestro peregrinar genealógico por los siglos de Occidente nos
ha enseñado algo, es a ver los límites de esa soberanía, a entender sus causas
y prepararnos para entrever los rumbos para superarla, para vislumbrar en todas
las prácticas sociales actuales el permanente deseo de superar las relaciones
de sumisión” (Enzo del Búfalo, Individuo,
mercado y utopía, Caracas, Monte Ávila Editores, 1998, p. 287). Y dominado
en tu pensamiento y en tu imaginario se está totalmente débil y disperso para
enfrentarse a la globalización de la
plutocracia como bien acierta el profesor venezolano Antonio Pasquali: “la
sedicente globalización de la
plutocracia –el más reciente disfraz de los recurrentes propósitos
totalitarios- huele a slogan de
agencia publicitaria, muestra su indecoroso rabo de paja y la baja faena que le
ha sido encomendada: presentar como un ineluctable fenómeno
tecno-económico-cultural el asalto final de los ricos a las últimas riquezas
del mundo” (Antonio Pasquali, Del
futuro, Caracas, Monte Ávila Editores, 2002, p. 184).
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Esos autores
en sus mismos textos plantean las respuestas a esa matriz del subdesarrollo. Uslar
Pietri propone una “insurgencia
creadora”, Enzo Del Búfalo enuncia
“las pasiones positivas” de Spinoza y
“el imaginar otro sistema” de
Foucault. Antonio Pasquali
recomienda “la democratización de las
decisiones”. En su novela Averno de
2006, Gabriel Jiménez Emán describe
la lucha de la Vanguardia Ética (un
equipo de personas conscientes de su libertad y cultura) para destruir las
tribulaciones de una sociedad viciosa y tóxica. Esa Vanguardia Ética nace de una matriz
libertaria. Como le decía Jesús de
Nazaret a Nicodemo: los hombres nacemos dos veces (Juan 3). Hay dos matrices: la matriz natural donde todo tiene una
corrupción y un final trágico. Pero tenemos la matriz de la grandeza, la matriz
espiritual donde nos nutrimos para la vida en abundancia que todos podemos
tener y compartir. Como aquella
fe que exponía el Libertador Simón
Bolívar: “Debemos esperar mucho del
tiempo, su inmenso vientre contiene más esperanzas que sucesos pasados y los
prodigios futuros deben ser superiores a los pretéritos”.
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