EL PRINCIPIO ANALEMA
Por
Salvador Montoya/Escritor
A Miguel Antonio
Guevara, por su piratería hipertextual
Una
de nuestras grandes bendiciones históricas: nuestra capacidad de piratear la
historia.
José Ignacio Cabrujas,
dramaturgo venezolano
Quien
no aprende de sus enemigos está condenado a soportarlos. Durante siglos hemos
padecido las lecciones de los piratas. Meditemos sobre sus enseñanzas.
Luis Britto García
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La
anécdota la cuenta nada más y nada menos que uno de los más grandes padres de
la Iglesia Cristiana, San Agustín,
en su clásico, La ciudad de Dios. Han hecho prisionero a un pirata y este
comparece de frente a Alejandro Magno.
“El rey en persona le preguntó:-¿Qué te
parece tener el mar sometido al pillaje? –Lo mismo que a ti –respondió- el
tener el mundo entero. Solo que a mí, como trabajo en una ruin galera, me
llaman bandido, y a ti, por hacerlo con toda una flota, te llaman emperador”
(San Agustín, La ciudad de Dios,
Libro IV, Cap. IV). La naturaleza de la piratería ha forjado entonces, el (des)orden
de nuestro mundo. Ya me decía Miguel
Antonio Guevara: “La columna
vertebral de la piratería es piratear. Y en piratear hay muchas cosas, como por
ejemplo: falsear, hacer parecer algo que no es…La piratería es un tema muy
importante, porque sin piratería, por ejemplo, no hay Manifiesto Comunista. Sin piratería no hay discos quemados o una
versión de WhatsApp instalada en un teléfono viejo y así. Piratear es un
software. Porque el hardware es el mismo, el cuerpo”. Es decir, la
naturaleza de la piratería es un sistema operativo de la psique civilizatoria.
En otras palabras, una persona como una nación se redime y alcanza su máximo
desarrollo al forjarse una cierta conciencia pirata.
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Epistemología pirata
(tipo Guevara):
descubro quien soy en la medida que ejerzo el software que duplica el sistema y
luego lo altera/lo ponen en jaque para su fin o para un nuevo comienzo.
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Ahora
bien, crear ese corpus de superación requiere un tour de la forcé inevitable: ir
desde las catástrofes a los futuros (Novena Tesis de Walter Benjamin), develar
opresiones (como la demuestra Mark
Lombardi con sus estructuras narrativas-red) y cruzar analemas (hacer el recorrido por las narrativas antiguas más
contemporáneas).
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Amador Savater
propone una filosofía pirata y así reapropiarse de la capacidad de plantear
problemas e inventar respuestas ya que la práctica del pensamiento se ha vuelto
esclerótica, abstracta y vacía. Porque un hecho de la piratería es que retaron
al Estado y a sus acomodados monopolios de poder, de comercio y de pensamiento.
Por su parte, Hakim Bey, en su
demoledor texto, Utopías piratas, revisa esos microcosmos creados por estos
marinos guerreros y cómo este tipo de sociedades marginales nos enseñan caminos
vedados por la vorágine neoliberal. Es un texto más que anarquista, es una
propuesta pirata de liberación diaria. También el escritor venezolano Luis Britto García, en su novela Pirata,
demuestra con su mestizo Hugh Godwin la búsqueda de la resistencia cultural del
Caribe ante los atropellos de los imperios. Por ello, al final de la novela
afirma: “El Victorie […] Ha sido hundido repetidas veces, pero
nosotros, la morralla libertaria, al repartirnos cada vez que capturamos un
nuevo barco, hacemos que no haya un solo mar sin un Victorie ni un solo océano donde no esté naciendo
otro”. La piratería es el arte de la esperanza de los nuevos mundos
posibles.
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Tomo
el Diccionario
Ilustrado de la Astronomía y Astronáutica Everest y busco la palabra analema: “curva en forma de ocho que muestra la diferencia entre el tiempo solar
aparente y el tiempo entre el medio en todo el año. El analema se marca a veces
en los globos terráqueos” (p. 50). Así que, cruzar analemas es recorrer
como el sol las narrativas antiguas más contemporáneas y marcar a la vida
terrenal con esa luz. Ellas son formas de piratear la historia. Propongamos la épica de Gilgamesh que como pirata
desciende hasta los infiernos para lograr la inmortalidad de su amigo. O la
peregrinación vital de Yudishtira en el
Mahabhárata y así liberarse de odios, malignidades y vicios del ego y de
las pasiones. Homero y sus dos cantos
totales del conflicto y de la búsqueda. También tenemos a Apuleyo y su Asno de oro y el eficaz recorrido por los bajos y
altos senderos de la vida humana desde el imperio romano y su grandeza y sus
excesos.
El cazador de
dragones Beowulf y su mesiánico mensaje de redención y
de construcción de mestizajes culturales. La maravillosa tragedia
amorosa-política real de Genji Monogatari. La astucia
narrativa de Scherezade en sus mil y una
noches. El otro cazador de dragones
Sigfrido y sus laberínticos pasos tras su muerte y los impactos del anillo
de los nibelungos. La venganza prometeica de Mío Cid. La travesía de Dante
y su Divina Comedia. El palinuro en contra de la peste espiritual de Boccaccio con su Decamerón. Los
veinticuatro cuentos de Geoffrey Chaucer.
El teatro de Shakespeare y la magia
inagotable del Caballero Andante Don
Quijote. Allí está en principio analema que cruza toda la bóveda celeste de
nuestra humanidad año tras año. Piratería de lucidez.
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Desde
los 14 años el muchacho se había apuntado creaciones tecnológicas brillantes.
Era trabajador, activista por el conocimiento libre y de una incesante pasión
por cultivar la conciencia cívica, anfibia e hipertextual. Años después, en
septiembre de 2010, entró al sistema de MIT cual hacker/pirata informático y
accesó a un banco de depósitos de documentos electrónicos científicos dirigidos
por una fundación sin fines de lucro. Luego se inició la investigación por esos
documentos y fue arrestado fuera del MIT con una laptop y un pendrive que
contenía cerca de 4 millones de documentos electrónicos. La
fundación declinó presentar cargos y Aaron regresó todos los artículos científicos.
La rareza de Aaron ya está tácita: un joven que entra al internet para
buscar conocimientos, ampliar sus horizontes y para compartir saberes e
investigaciones novedosas. Un verdadero pirata del poder. Aaron no sigue la
corriente banal.
Es
imposible vivir hoy siendo autorreferencial o en una cápsula paradigmática. Ir
al conocimiento es abrazar la inteligencia venga de donde venga. No se
puede vivir sin tener acceso al conocimiento que decide qué tipo de
civilización somos y qué tipo de civilización seremos. Y a ese conocimiento
fue Aaron con su piratería, sin embargo, las autoridades de su país lo
acorralaron, lo llevaron al precipicio y Aaron acabó/naufragó (lo hicieron
naufragar) en la travesía con su vida. Y este Sócrates del internet (cual
pirata frente a los nuevos Alejandros Magnos) nos entregó su existencia y
su analema vive en nosotros. Sigue girando con su haz de luz en todos los mares
de vida que querramos emprender conocer. La piratería es arte de luz, tiene
alma de faro en las peores tempestades.
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