EL TRÁNSITO VITAL DE ALBERTO HERNÁNDEZ
Por Salvador Montoya/Escritor
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Guardatinajas de noche fue desandar una tela de múltiples colores como la
túnica de José, el soñador bíblico. Allí con la gente sencilla y ansiosa de
novedades (quizás como un Macondo llanero) yo predicaba un mensaje de esperanza
a la poca muchedumbre reunida. Nos envolvía una brisa fresca y entre el
discurso mencioné el poder del canto del gallo con Igor Barreto, algunas coplas del trovador Dámaso Figueredo y culminé citando el título de un libro del poeta
calaboceño Alberto Hernández: El cielo cotidiano. Esa noche de pueblo,
silenciosa y estrellada, imaginé que mi voz con la ayuda del sonido y la
corneta llegaría lejos. Pues cuando se nombra al poeta Alberto Hernández (1952) el alma entra en el tránsito vital de los
guerreros. El día siguiente, allí en Guardatinajas, conocí a un hermano del
poeta: Baltazar Hernández. ¡Qué misterio el de la noche! La noche nos hace hermanos
de la poesía, de lo humano y de la esperanza. Es el viaje de lo que somos.
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Declaró ese
otro poeta alucinado alemán Nietzsche que:
“La fórmula de mi felicidad: un sí, un
no, una recta, una meta…”
(Nietzsche, Cómo se filosofa a
martillazos, Sentencia 44, Madrid, EDAF, 2011, p. 123). Definía así la
travesía de un poeta, de un pensador, de un verdadero lírico. Por consiguiente,
el tránsito vital de Alberto Hernández
puede fundamentarse con su poesía en esa sentencia-brújula. En los catorce
libros poéticos reunidos en El cielo
cotidiano, Alberto Hernández
señala los puntos que ha cruzado, las geografías y los mapas que ha recorrido. Sostiene
el crítico literario venezolano Lubio
Cardozo que la poesía de Alberto
Hernández es “una gran metáfora de la
locura de vivir” y: “Así, con sus
pasiones, errores, dolores, culpas, desarróllase la saga de cada quien; con la
locura de vivir se forja la historia” (Lubio Cardozo, Desde la torre de Segismundo, La locura de vivir: La poesía de
Alberto Hernández, Caracas, Monte Ávila Editores, 2006, p. 163). La saga de
cada quien forjada por un sí, por un no, una recta y una meta.
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El sí de Alberto Hernández es por el tejido onírico de su
poética, por su nocturnidad y por la memoria de los tiempos viejos y nuevos. Como
lo demuestra Cardozo: Alberto Hernández se funde a tres espacios vitales: la
ciudad, la casa y el cuerpo de la amada. En otras palabras, el tránsito vital
de Alberto Hernández afirma su
interioridad
iv
despojarse
de nuevo
de los pasos
en huida
hacia
la ventana
donde una
mueca
sirve
para iniciar
la búsqueda (Alberto Hernández, El cielo
cotidiano, Mérida, Ediciones Mucuglifo, 2008, p. 126)
El elocuente
estudioso del pensamiento místico en la cultura popular Ralph Metzner en su libro
ingenioso Las grandes metáforas de la
tradición sagrada: la transformación de la conciencia y la naturaleza humana,
publicado en 1968, demuestra que hay por lo menos 10 grandes metáforas de la
autotransformación y que además aparecen una y otra vez en la literatura
universal: el despertar de un sueño, el descubrimiento de los velos de la ilusión,
la purificación por fuego interior, la purificación por sueño interior, de la fragmentación a la realidad, viaje al lugar de la visión y el poder, volver al origen, de la muerte al nacimiento. El tránsito vital de Alberto Hernández es un sí a cada una
de esas metáforas aunque la atmósfera onírica de su lírica sea su fluir más
constante.
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El no de Alberto Hernández se mueve en contra de los desmadres
de su generación poética pasada. Alberto
Hernández es bien sabido huye de la generación violenta y utópica de los
sesenta. En su poesía hay un alejamiento total de los amarres a las necrofilias
ideológicas. Es un no rotundo a las fórmulas fracasadas de los populismos y de
las redes del autoritarismo. Por ello uno de sus libros le puso por título: Relatos fascistas. Pero además Alberto Hernández jamás ha arado en las
prosas decimonónicas o en las edulcoradas maneras de los ditirambos. De ese
tamaño es su no. Es un no para innovar, para ser creativo al cumplir su milla
extra. Por ello tenemos un libro poético suyo de forma de bestiario. Con razón
total afirma la poeta María Luisa
Angarita sobre Alberto Hernández
que: “En su poesía confluyen diferentes
formas literarias que comparten la integración en un mismo decir. Narrativa,
ensayo, prosa poética, crónica, poesía, todas se integran de manera armónica en
el espacio de lo posible: el poema” (María Luisa Angarita, Alberto Hernández, una voz siempre en busca
de otros nortes, 2019. Disponible en: https://mereceunaresenia.com/2019/02/14/alberto-hernandez-una-voz-siempre-en-busca-de-otros-nortes/[Consulta:
26/04/2019]). El tránsito vital de su “no” dinamita al poema, le amplía los
horizontes con sus aforismos, con sus inquietos erotismos y versátiles
cadencias. Porque cada libro es un desafío que le propone ser transformado. Allí
está el tránsito de su personalidad, de su alma.
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La
recta y la meta de Alberto Hernández la abrazamos en su
poema La moneda:
La
moneda
¿Qué hace una moneda
Entre los sucios dedos de un peregrino?
Achatada por el tiempo
Circular y solar
La moneda habla desde sus dos caras.
Y así, el peregrino dialoga con la efigie
Que cuesta un pan o un trozo de carne de ángel.
(Alberto Hernández, El
libro del este, La moneda, s/f. Disponible en: http://poesia.uc.edu.ve/alberto-hernandez/
[Consulta: 26/04/2019]).
Cuando le preguntan por el mestizaje de sus textos y de sus
crónicas, Alberto Hernández responde
con su recta y con su meta: “Me enfoco en el español, en el
idioma, por supuesto. Pero antes del idioma están los sueños, las imágenes, las
anécdotas, lo que veo en el día a día, porque a veces ocurre que relaciono un
libro —que puede ser de poesía o puede ser una novela, un libro de cuentos o un
ensayo— con lo que está pasando en la calle. Por eso son crónicas, son textos
muy personales. A veces me valgo de alguna teoría literaria para escribir sobre
un libro, pero si me pongo un poco tieso, académico, nadie me va a leer.
Entonces la idea es que las crónicas, como tú dices, bien cuidadas, tengan que
ver con el buen uso del idioma pero también con la literatura como emoción. Que
un libro no sea una cosa tiesa, que una reseña no sea algo tan académico, pues
eso se lo dejamos a las universidades. Que para el lector común, tanto como
para el lector más avezado, mis crónicas sean agradables, enseñen y emocionen a
la vez. Esa ha sido mi propuesta” (Jorge Gómez Jiménez, Alberto
Hernández: “Para no perder la memoria, hay que escribir el país”, 2018. Disponible
en: https://letralia.com/entrevistas/2018/02/05/alberto-hernandez-para-no-perder-la-memoria-hay-que-escribir-el-pais/
[Consulta: 26/04/2019]). No ha perdido su recta ni su meta. Por
ello, Alberto Hernández ganó el
Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana 2018 con su novela El nervio poético.
También Alberto
Hernández afirma su recta y su meta en potenciar a la ciudad con rasgos
definitorios de feminidad. Ama la ciudad como mujer y en su erotismo y en su
fragor su memoria se hace campo-ciudad, pueblo-metrópolis y comarca-urbe. Su poemario
erótico Ropaje (2012) solo es posible
en la desnudez de la ciudad y de su amada. Entonces no nos sorprende que la
poeta María Luisa Angarita haya
presentado como tesis su investigación titulada: “La feminidad y sus
rasgos definitorios en los poemarios: Intentos y el Exilio, Nortes y El Poema de la Ciudad de
Alberto Hernández”. Y en esa feminidad hay luz y hay fuerza para amar y
luchar. Por eso al comentar el famoso verso de Vicente Gerbasi, como promesa de tránsito vital afirma Alberto Hernández: “La noche de Gerbasi nos libra de tropiezos. Es
que en verdad no hay oscuridad más terrible que la luz que nos ciega en la
salida” (Alberto Hernández, El cielo
cotidiano, Mérida, Ediciones Mucuglifo, 2008, p.281). Por tanto para que
sigamos ese tránsito vital de Alberto
Hernández, sigamos esa luz, le dediqué este poema a mi paisano:
El alma se escribe con luz
A Alberto Hernández
El alma se
escribe
Con luz,
Volcando su
ola fugaz
Entre los
atlas
Y las geografías
íntimas
De las
utopías.
Mírame,
El alma se
canta
Con luz.
Somos apnea
de sirenas.
Volvemos
A nacer:
Cada quien
Con sus
deseos, con sus anclas.
Cada uno
Con sus
mediodías
Desde adentro
Y sus
estelares metáforas
Y nocturnas
Esperanzas.
Alberto Hernández y su voz siempre inagotable. La mejor poética de Venezuela. Gracias por tu lectura Salvador, un abrazo en la palabra.
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