TRANSFORMADOS POR LA NOCHE

Por Salvador Montoya/Escritor
Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría.
Salmo 19.2
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Yo llegaba de mi cumpleaños con mucha alegría a casa. Me había ido esa noche con los amigos y comimos pizza y repartimos la torta temprano. No era nada del otro mundo. Todo sencillo: el amor como la amistad siempre se sostiene en las cosas sencillas. El siguiente día tenía que irme de viaje por trabajo así que como a las diez de la noche estaba regresando a la casa de mis padres. Entonces recibí la llamada que hizo que mi noche fuese realmente oscura. Me avisaba una amiga pianista que Leomar estaba muy mal, que al parecer le había dado un paro. Leomar es un gran amigo, de esos que se comen la vida contigo en todas las formas posibles. Siempre estaba contento, con una actitud positiva ante las adversidades. Le apasionaba hacer música rock metal. Sin embargo, Leomar también era el bajista de mi banda de reggae. Tenía como 6 meses de haberse graduado en la universidad y tenía como 3 meses de haberse casado con una mujer encantadora. Cuando llegué al hospital que no queda tan lejos de casa pude saber en las lágrimas de su madre y de su padre que su paro respiratorio había sido súbito, fulminante. Tenía tan sólo 25 años. Solo sufría de su asma pero su salud era de roble. Esa noche fui transformado por la noche.
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La noche tiene un encanto enigmático desde los tiempos más antiguos del hombre. En Las mil y una noches están todas las noches de nuestra humanidad con sus luces y sombras. Decía nuestra gran poeta Hanni Ossott en su poema La noche y la luz que: “es preciso realizar de la noche la Luz”. Es la noche que te ofrece lucidez. Por su parte afirma el otro poeta venezolano Vicente Gervasi: “Venimos de la noche y hacia la noche vamos”. Es la noche de la incógnita de la vida y de la muerte. Pablo Neruda en uno de sus poemas inmortales declaraba: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir por ejemplo: la noche está estrellada, y titilan, azules, los astros a lo lejos”. Es la noche de la soledad enamorada. Uno de los mejores relatos de la literatura mundial lleva por título La noche boca arriba de Julio Cortázar. Es la noche que conquista los tiempos. Y también Jorge Luis Borges tiene un relato extraordinario llamado La noche de los dones, donde narra la experiencia de un hombre que de joven experimentó en una sola noche el amor y la violencia, verdades poderosas que transforman verdaderamente el corazón de los humanos. Hay una novela maravillosa de la escritora Victoria Stefano titulada La noche llama a la noche. Es la noche de los destinos. En la biología se llama a la nocturnidad al comportamiento de los seres vivos que están más activos por la noche que durante el día. Los seres humanos y muchos de los animales son seres diurnos, no obstante la noche también es indispensable para ellos. Por ello es que el salmista David revela en el Salmo 19 un código profético: la noche tiene naturaleza de sabiduría, la noche es fuente de transformación y de grandeza.
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La Biblia nos ofrece la historia de cuatro hombres que fueron marcados por la noche. Y cada una de estas noches a cada ser humano nos toca vivirla. La primera es la noche de la nada. Esta la padeció Pedro y en Lucas 5.5 se lee: “Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red”. Habían trabajado toda la noche pero no habían pescado nada. Es la noche de la frustración, es la noche del fracaso, donde todo nos sale al revés, donde se burlan de nuestros sueños y de nuestra vida. La noche de la nada es cuando pasas por momentos de escasez, cuando tu matrimonio no funciona o se rompe, cuando eres rechazado, cuando eres el perdedor de tu generación, en tus negocios, en tus empresas. Pero en esa noche descubres algo: la palabra profética y que la red sigue en tu mano. Todavía está la red de la fe, la red de los sueños, la red de la visión, la red de la pasión. En la noche de la nada se esconden tus mayores riquezas. Lanza la red.
La segunda es la noche del gladiador. Esta la padeció Jacob y en Génesis 32.24 se lee: “Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”. Jacob estaba en el límite de su vida y precisaba poder sobrenatural para emprender su grandeza. Así que se le apareció el ángel de Dios y Jacob luchó toda la noche con el ángel para que éste lo bendijese, para que le transformase su historia, su familia, su economía. Es la noche del gladiador. No solo hay que trabajar, tienes que luchar hasta que el trabajo fluya en prosperidad. No solo hay que orar, tienes que luchar hasta que la oración destrabe los cielos y se haga realidad lo que pides. No solo hay que vivir, tienes que luchar hasta que el vivir sea alegría y felicidad en abundancia. Pero al gladiador se le desgarran los músculos. A Jacob el ángel le desgarró el músculo. Y cojeaba. Hay cosas que en la lucha te van a herir pero no vas a morir. La bendición del ángel romperá la ruina, el mal nombre, los fracasos, las falsedades. La bendición del ángel hace que te llames grandeza, que te llames superación, que te llames triunfo, que te llames honra. ¡Gladiador, pelea!
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La tercera es la noche de la transferencia. Esta la vivió nuestro Señor Jesucristo y en Lucas 6.12 se lee: “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios”. ¿Has orado toda la noche a Dios en soledad? Porque Dios quiere transferirte los secretos del cielo a quien pasa la noche clamándole. Esta noche es donde tu voz se hace conocida en la dimensión espiritual. ¿Por qué Jesús si era Dios pasó toda la noche orando? No se ora por default. Se ora por grandeza, se ora porque reconocemos nuestra paternidad. La oración nos enseña la aceleración y la construcción en la dimensión de lo invisible de nuestros sueños para luego hacerlos realidad. No hay nada que la oración no pueda alcanzar. Jesús oró toda esa noche porque iba a transferir su legado a doce discípulos. Es decir, de esa noche de oración se forja el legado que tendrás. De esa noche emerge la unción que transfieres a tu generación, el equipo profético que tomará el testigo. Esa noche Jesús dejó de ser otro maestro más de su tiempo y se hizo un Mesías real para doce. Esa noche atrapó la autoridad de gobierno y de dominio sobre los tiempos porque con doce se ha expandido a todos los tiempos y a todas las culturas.

La cuarta es la noche de la resurrección. Esta la vivió el apóstol Pablo y en Hechos 20.7 se lee: “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche”. Pablo estaba despidiéndose de su equipo, de la gente que había formado. Así que disertó hasta la medianoche. Pero luego un joven que lo escuchaba, sentado en la ventana, se cayó rendido de sueño y quedó muerto. El joven se llamaba Eutico. Imagínense esa despedida. Era como que el ministerio, la carrera de Pablo no estaba terminando en gloria sino en desgracia. La destrucción de su ministerio no vino de las resistencias foráneas, de las fortalezas del mundo. Vino de allí mismo de la iglesia. Sin embargo, el espíritu apostólico reclama su autoridad de terminar la obra. Y Pablo activó la palabra de resurrección. Y oró por el muchacho y este recibió la vida. Y dice la Biblia que después de allí comieron y el alargó el discurso hasta el alba. Hay cosas en tu vida, en tus proyectos que van a morir pero para que cese tu pasión, para que cese tu multiplicación, para que cese tu avance. Sin embargo, contigo está el poder de la vida en abundancia. Tú puedes resucitar esa empresa, tú puedes volver a la vida, ese negocio, tú puedes resucitar ese matrimonio, esa relación familiar. Hay poder en ti para resucitar. Eso fue lo que vivió el profeta Ezequiel en el valle de los huesos secos: se vence esa noche resucitando lo muerto. Porque todo el que es transformado por la noche su luz es más fuerte que el mediodía

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