LAS CUATRO COSAS QUE TE RECARGAN DE PODER

Por Salvador Montoya/Escritor
De él saldrá la piedra angular, de él la clavija, de él el arco de guerra, de él también todo apremiador
Zacarías 10.4
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Me traje a mi hermano menor de vacaciones a donde vivo. Y después de una sesión de tarde en las playas nos fuimos a ver una película. Él escogió la película de su gusto: Transformers 4: La  era de la extinción. Confieso que no soy fan de la serie japonesa pero por mi hermano estuve dispuesta a disfrutarla. Así que me pasé más de dos horas explorando los mundos de los autobots, de los decepticons y de los dinobots. La película tiene todo lo que un mito debe contener: acción, sacrilegios, drama, poder, muerte, traición y la lucha entre padres e hijos. Además los dividendos económicos de la película fueron asombrosos alrededor del mundo: más de mil millones de dólares de venta. Es decir, el espíritu de Optimus Prime había conquistado las audiencias mundiales. Y de Optimus Prime es que aprendemos un principio magnífico porque su nombre significa el máximo, el primero, el mejor de los primeros. Y nosotros estamos hechos de Optimus Prime: de naturaleza divina, de naturaleza de triunfadores. No obstante, esa naturaleza la quieren desconectar de su fuente de poder. Si descargan tu espíritu no hay poder de conquista, no hay poder de superación, no hay poder de excelencia y de avance. Optimus Prime debe conectarse con la Chispa Suprema para que el bien triunfe. Así nosotros al estar conectados con Dios podemos vivir la buena vida, el liderazgo poderoso.
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Los Transformers son productos narrativos de una era tecnológica. Al decir de Alvin Toffler: de la ola de la tecnología. Igual que los celulares. Ellos funcionan bien si tienen saldo y si tienen carga de batería positiva. En otras palabras, tu celular puede estar en excelentes condiciones pero si no tienes batería no lo puedes usar. Y si tienes batería pero no tienes saldo: tampoco lo puedes usar del todo. Por eso se necesita constantemente recargar la batería y el saldo. Ahora venden por ahí unos powerbanks: recargadores de batería portátiles. Así también nosotros necesitamos recargarnos de poder para seguir venciendo en este mundo, para no desenfocarnos de nuestras metas y para mantener el “espíritu superior” (Daniel 6.3), el Optimus Prime, activo en todo lo que hacemos. En la física nos enseñaron que hay seis formas de cambiar la carga eléctrica de los cuerpos: electrización por contacto, electrización por fricción, carga por inducción, carga por el efecto fotoeléctrico, carga por electrólisis y carga por efecto termoeléctrico. Porque la materia tiene carga eléctrica, posee un peso de energía. Por tanto, nosotros todos no importa el nivel de vida que llevemos debemos recargarnos de poder.
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Por ello, el profeta Zacarías hablando del espíritu mesiánico nos direcciona para no enflaquecer ni desmayar ante los desafíos y las adversidades de hoy. Zacarías afirma cuatro códigos proféticos. El primer código es la piedra angular. La piedra angular significa la definición del fundamento de tu vida, definir las bases de tu identidad. La piedra angular sostiene todo lo que eres. Por ello a Jesús se le denomina la piedra angular. Lo primero que afirma el salmista profético es que la piedra angular es desechada. Quizás vas a ser desechado por los valores que tengas, por los principios que defiendes. Sin embargo, eso que es desechado es el fundamento. Jesús dijo que dos hombres hicieron sus casas, uno sobre la arena y el otro sobre la roca. Al final vino el viento y la lluvia y la tempestad y probó el fundamento de las casas. Y quedó en pie la casa que estaba fundada sobre la roca, sobre la piedra angular. El segundo código es la clavija. Era la estaca principal de una carpa y de un tabernáculo, mantenía todo unido y los vientos no podían romperla. Tienes que ser en tu casa esa clavija, en tu trabajo, con la oración, con la actitud, con la inteligencia, con tu generosidad. Una clavija maneja la presión, sabe que va a ser constantemente probada. Por eso la clavija más duradera no es aquella que necesariamente es más fuerte sino la que sabe ser vínculo para el cordón, para el cuero, para los clavos. De la clavija depende el decoro del lugar. Ser clavija forja tu vida para la multiplicación. Ser clavija es ubicar tus talentos en equipo.  Ser clavija ensancha tu humildad y tu sencillez. Ser clavija es estar sembrado en lugar firme. Ser clavija te lleva a provocar el cambio que quieres observar en tu atmósfera.
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El tercer código es el arco de guerra. No debes olvidar que estás en guerra espiritual por tu vida, por tu familia y por tu prosperidad. En la teoría de la guerra actual se manejan tres niveles de guerra: la guerra individual (es por el control de tu cuerpo, eso que llamó Foucault la biopolítica), la guerra territorial/estratégica (es por dominar las zonas geográfica y geopolíticas de influencia, ya sea por sus recursos o por sus conexiones) y la guerra filosófica (es aquella batalla que se da por ganar mentes a favor de ciertas ideologías y cosmovisiones). Debes tomar el liderazgo en cada uno de esos niveles. Tensa tu arco y lanza saetas: flechas de conquista, flechas de negocios, flechas de profecías, flechas de empresas, flechas de células, flechas de metas. David decía que Jehová es: “Quien adiestra mis manos para la batalla, de manera que se doble el arco de bronce con mis brazos” (2 de Samuel 22.35). Conviértete en el mejor arquero de tus tiempos. El último código es el apremiador. Es aquel espíritu que te incita a no darte por vencido, a estar apasionado por lo que haces, a no detenerte a pesar de las tribulaciones y los desencantos. El apremiador es lo que vence el doble ánimo, es lo que vence la apatía y la indiferencia. Pablo lo llama espíritu de poder (2 de Timoteo 1.7) y también espíritu de fe (2 de Corintios 4.13) y dice que tiene armas de justicia a diestra y a siniestra (2 de Corintios 6.7). El apremiador te dice que en ti hay armas poderosas en Dios para la destrucción de todo aquello que quiera impedir tu abundancia, que quiere trabar tu bendición y el alcance de tus sueños. Vamos: recárgate de poder: en ti está quien lo puede todo: Jesús de Nazaret.
 

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