EL LENGUAJE DE LA CRUZ TE PROSPERA
Por Salvador
Montoya/Escritor
Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el
cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron
este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la
ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.
Juan 19.19-20
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Tengo un papá que siempre se interesó en que aprendiera
distintos idiomas. Cuando él quiso que yo aprendiese inglés me compraba de todo
tipo de literatura, juegos, comics, novelas gráficas, películas con el fin de
que yo hablase el idioma de Shakespeare.
Afirmó el poeta español Juan Ramón
Jiménez que: “Quien adquiere un nuevo
idioma, adquiere una nueva alma”. Mi padre quería (más que una nueva alma para
mí) potenciar mi alma con horizontes más amplios, con verdades más profundas,
con un vocabulario que me conectara con el mundo. Escribió Arturo Uslar Pietri que: “El
tamaño del hombre es el tamaño de sus palabras”. Y el inglés es el idioma
de los negocios, del business, me
decían a cada momento. El vientre, entendí después, del futuro está en la casa
verbal de tus palabras. Luego alrededor de los doce años cuando tuve que
traducirle a alguien simultáneamente solo fui todo un desastre, una masa de
nervios y contradicciones. Pero recuerdo que un amigo me dijo: “Tranquilo, te estás bautizando en el mundo
que traduces. Eres ese mundo”. No logré captar el comentario al instante,
estaba demasiado avergonzado por mis errores, por mi pronunciación
entrecortada, por mis lagunas conceptuales. Sin embargo, los idiomas me
enseñaron un principio de riqueza inagotable: el lenguaje que proclamas te enriquece, el verbo que practicas te
prospera.
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No obstante, hay lenguajes nocivos, lenguajes tóxicos, que
confunden el alma y estancan la productividad. El lenguaje de Babel (Génesis 11) detuvo el proyecto de una
civilización. Porque donde hay un lenguaje de confusión reina el espíritu de
división. Por eso cuando Jesús fue crucificado, al clavarlo en el madero
quisieron imponer sobre él los tres
lenguajes que detienen la prosperidad y la riqueza: el lenguaje de la tradición, el lenguaje del sofisma y el lenguaje de
la corrupción. Estos tres lenguajes están representados en los idiomas
hebreo, griego y latín y con los cuales fue escrita la inscripción condenatoria
de Cristo. Y esos mismos lenguajes
quieren acabar con el poder para hacer riquezas, con tu espíritu de superación,
con tu actitud para prosperar. Sin embargo, Jesús de Nazaret rompió con estos lenguajes profetizando el verbo
de la cruz. Con su cruz él pagó el precio de tu abundancia, de tu
enriquecimiento. Por ello, el lenguaje de la cruz te prospera. Nadie que
aprenda el idioma de la cruz tiene una vida miserable. Víctor Hugo, al comienzo de su magistral novela Los Miserables, narra el encuentro entre
Jean Valjean y el cura Bienvenu. Y cómo este ante la debacle moral del ladrón
le demuestra con un lenguaje redentor el código para romper con su miseria. Es
decir, dejas de ser miserable el día en
que tus palabras se cargan de riqueza. Fue el mal lenguaje del hombre que
recibió un solo talento el impedimento que detuvo la multiplicación de los
recursos (Mateo 25.24-25). Por
consiguiente, sin el lenguaje correcto no podía ejercer el poder para
enriquecerse.
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Ahora bien, el primer lenguaje que es preciso destrabar de
nuestras vidas es el lenguaje de la tradición, representado en el idioma
hebreo. Recuerden que fueron los judíos que le ofrecieron treinta piezas de
plata a Judas para que traicionara a Jesús.
Y Judas arrepentido fue al templo y
“arrojando las piezas de plata en el
templo, salió, fue y se ahorcó”. El lenguaje de la tradición persigue que
traiciones a tu espíritu de superación; su misión es ahorcar tu economía, tus
finanzas. El lenguaje de la tradición promueve el victimismo, la envidia, el
rencor. Es el mismo espíritu de Caín que
mató a su hermano. Es el espíritu de Esaú
que vende su primogenitura. Es el espíritu del hijo pródigo que dilapida la
fortuna. La tradición quiere esclavizarte, no quiere el desarrollo de tus
capacidades y talentos. Cuando los hombres son religiosistas o actúan atados a
la tradición caen en distorsiones fatales. Cuando emergió el Renacimiento mucho
del stablishment, del status quo
religioso y político se opusieron a sus ideas o a sus planteamientos. Sin
embargo, hoy en día todos amamos y agradecemos que haya habido un Da Vinci, un Miguel Ángel, un Botticelli.
La Reforma Protestante de Martin Lutero
fue resistida en armas y en ideas. La burocracia religiosa lo denominó un
diablo, un Satanás, un hereje. Romper
con la tradición y con la traición es generar riqueza desde un lenguaje de
revelación. Por eso Abraham
espantaba a las aves a las aves de rapiña de su ofrenda. Producir riqueza es
capturar la esencia de tu alma en recursos. El lenguaje de la traición quiere
que subastes tu potencial, tu tiempo y tu energía. Es tiempo de invertir, de
sembrar, de ser generoso. La prosperidad de Cornelio (siendo un centurión romano) venía de sembrarla no en
traición sino en grandeza. Por eso Dios movió a su favor cuatro poderes: el poder apostólico, el poder angelical, el
poder del Espíritu Santo y el poder del más alto impacto (la familia).
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Bajo el lenguaje del sofisma se estanca la riqueza debido a
los conceptos trastornados de la genuina prosperidad. Por eso, Jesús de Nazaret llegó a decir: “Nadie puede amar a dos señores, a Dios y a
las riquezas”. Jesús de Nazaret declara
y aclara el sofisma griego del sincretismo monetario. Porque el Mesías establece que la riqueza es un acto espiritual y es un
acto de autoridad. ¿Bajo qué autoridad estás prosperando? El joven rico que
quiere heredar el reino de los cielos se fue triste porque Jesús de Nazaret le pidió que ofrendase sus bienes y le siguiera.
El joven rico pensó que esa riqueza no se la había dado Dios, por eso no pudo
ofrendarla. Es decir, no aceptaba la autoridad de Dios sobre su riqueza. El
lenguaje del sofisma afirma que los pobres no van a salir de su pobreza, que tu
prosperidad está supeditada a un contacto que tengas, o a un primo que tiene
plata y él te va a sacar la pata del barro, o a que el gobierno te va a sacar
de la escasez. El lenguaje del sofisma
es una mentalidad de subdesarrollo que se expande por el sistema de tus
pensamientos como un virus y te devora la creatividad, la innovación y la fuerza
para trabajar. El mundo se ha debatido por siglos entre capitalismo y
socialismo, en cierta manera concebidos por sofismas. Porque ni todo el poder
para el mercado ni todo el poder para el Estado. Ni Adam Smith ni Marx. Por
eso antes que alguien sea corrupto en su administración tiene que ser corrupto
en su forma de pensar. La viuda pobre rompió este lenguaje cuando dio todo lo
que tenía. Es decir, ella dijo el sofisma
dice que los pobres no pueden ofrendar todo pero yo todo lo doy para ser
enriquecida con todo.
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Los efectos del lenguaje de la corrupción o de la servidumbre
se manifiestan cuando a Jesús de Nazaret
le piden que pague el impuesto a Roma. Entonces él le habla a Pedro con una convicción tremenda. Jesús de Nazaret le dice: “Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran
los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de los extraños? Pedro le
respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin
embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que
saques, tómalo, y al abrir la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por
mí y por ti” (Mateo 17.27). Los
códigos de riqueza que revela Jesús de
Nazaret en este pasaje son nodales. El impuesto en ese contexto significaba
aceptar ser servil, que eras un esclavo de un imperio y también era un dinero
que fomentaba en cierta forma la corrupción. Por eso Jesús de Nazaret plantea la paternidad como empoderarse del
enriquecimiento. Y paga el impuesto de forma inusual: manifiesta un milagro pero para Pedro, pero era una forma
revolucionaria de romper el sistema de servidumbre y de corrupción. Jesús de Nazaret dijo: “El pago salió del pez, pero mi sistema de
prosperidad está por encima de la opresión, lo profético impera sobre el dinero”.
Domina el dinero con la palabra profética. Cuando le volvieron a preguntar que
si era justo dar el impuesto, Jesús dijo:
“Dad al César lo que es del César, y dad
a Dios lo que es de Dios”. El César (el
lenguaje de la servidumbre y de corrupción) no puede limitar tu prosperidad.
Dios genera poder en ti para que te enriquezcas en medio de los momentos más
adversos. No te asombres por la corrupción del sistema o por su sentido de
opresión (nada más pensemos en dos casos: los tentáculos de la corrupción de Odebrecht y los Panama Papers). Más bien manifiesta con tu fe y tu trabajo la
prosperidad que viene de lo alto. No es salirse del sistema. Es prosperar aún
en medio del sistema. En otras palabras: haz que los peces te entreguen dinero.
Haz que el sistema que te rodea te entregue dinero. Todo el sistema puede
financiarte.
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Al morir Jesús de
Nazaret en su cruz, él reveló el nuevo lenguaje de la riqueza. Jesús de Nazaret dijo: “Yo pago la deuda de la humanidad y los
redimo para que sean prósperos”. Pablo
revela este código así: “Porque ya
conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo
pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”
(1 Corintios 8.9). El poder de la
cruz devela su carácter de enriquecer a todos. Juan, en otra parte, afirma que
puedes pasar momentos y temporadas de estrechez económica pero Dios dice: “Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu
pobreza (pero tú eres rico)” (Apocalipsis
2.9). Así es el lenguaje de la cruz: te hace hablar con naturaleza de
riqueza. El lenguaje de la cruz te prospera. Y no solo ello sino que toma los
otros tres lenguajes de la tradición, del sofisma y de la corrupción y los
transforma y los hace proféticos. El
hebreo de la tradición lo convierte en lenguaje de la revelación (Jesús usó el hebreo
para proclamar su evangelio de sanidad y
liberación e interpretó su mensaje basado en las escrituras proféticas hebreas).
El griego del sofisma lo conviertes en el lenguaje de lo universal (el griego koiné
fue el idioma con el cual se escribió el Nuevo Testamento y así la revelación llegó
a todos). El latín de la corrupción lo conviertes en el lenguaje de la conquista
y de la expansión (el lenguaje de los romanos fue el canal para que llegase el evangelio
de Jesús de Nazaret hasta lo último del imperio). Mientras más practiqué el
inglés fui absorbiendo y descubriendo un vocabulario que me fecundó para romper
límites y trabas. Asimismo con el lenguaje de la cruz te haces tan relevante y tan
poderoso como Jesús de Nazaret. Porque con tal lenguaje de la cruz todas las conquistas
son posibles.
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