LLÁMAME NEGRO




LLÁMAME NEGRO
(Tres momentos del pensamiento negro venezolano)
Por Salvador Montoya/Escritor
Para mi negrito cumbe: Mathías
Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo.
Hechos 13.1
Qué alma tan poderosamente negra
la del dulcísimo pastor.
Qué alta pasión negra
ardía en su ancho corazón
Nicolás Guillén, ¿Qué color?
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Se cuenta que el boricua/estadounidense y gran genio apologético del pensamiento negro mundial, Arturo Schomburg (1874-1938), cuando era un niño en la escuela, uno de sus maestros afirmó en clase que los negros no tenían historia, ni héroes ni momentos ejemplares de los cuáles y de quiénes estar orgullosos.  Así que para desmontar ese engaño invasivo, Arturo Schomburg (hijo natural de un madre negra lavandera nacida en la isla de St. Thomas y de un papá alemán que vivió en Puerto Rico) dedicó su vida a coleccionar una múltiple variedad de documentos (una colección privada) desde todo el mundo y demostrar la gran riqueza del pensamiento y de la acción de los negros en los saberes humanos. De hecho, para principios del siglo XX, la Biblioteca Pública de Nueva York le compró su colección de documentos históricos por el valor de diez mil dólares. Ser libre es tener conciencia del pensamiento libre. Y todo pensamiento libre viene de una tradición histórica y profética.
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En Venezuela podemos hablar de tres rarezas de momentos históricos de este pensar negro pero que tienen un alto valor simbólico. Aquí no vamos a hacer uso de la corriente histórica conservadora del sistema educativo venezolano. Vamos a ir por una vertiente íntima. Primer momento: la primera poetisa negra de los Estados Unidos se llamó Phillis Wheatley (1753-1784). Ella fue vendida como esclava (desde Senegal) y su primer libro se publicó y se vendió bajo el nombre de otra persona blanca (a Wheatley se le hizo un juicio público para que demostrara que sabía griego, latín y todo el saber pertinente clásico y bíblico porque el orden racista de ese tiempo no aceptaba como una mujer negra podía hacer literatura). Ahora bien, otra de las cosas interesantes de Wheatley, es que fue la primera en usar la palabra Columbia  en 1775 en un poema. Después fue que el otro genio nuestro Miranda, ya por 1783, visita Estados Unidos y emprende el uso del nombre Colombia y Colombeia. La palabra Columbia denomina también a la capital de Estados Unidos: Washington D. C. (Distrito Columbia). Algunos proponen que Miranda se inspiró en el poema de la negra Wheatley. El pensamiento negro de alguna manera define la centralidad geográfica e independentista de Estados Unidos y de Venezuela. 
Segundo momento: en 1906 llega a Puerto Cabello en calidad de cónsul el diplomático estadounidense negro James Weldon Johnson (1871-1938), quien hablaba un castellano fluido (aprendido por amigos cubanos) y promovió en Venezuela el beisbol y grandes negocios entre los dos países. Luego al regresar a su país, Weldon Johnson (su madre era nativa de Nassau, Las Bahamas y de esa línea maternal provenían de Haití) sigue su carrera como escritor, poeta, activista por los derechos civiles de los negros, compositor de canciones (más de doscientas canciones, entre ellas un himno de la negritud mundial: Lift every voice and sing) y figura prominente del Renacimiento de Harlem. El pensamiento negro de alguna manera define lo mejor de nuestra cultura americana.
Tercer momento: en enero de 1940, el novelista venezolano negro Ramón Díaz Sánchez (nacido en 1903, por cierto, en Puerto Cabello, tres años antes de la llegada de Weldon Johnson a esa ciudad) escribe, para la revista cosmopolita Viernes, el ensayo “El norte y el sur: We have not bananas today”. Díaz Sánchez, basándose en un libro de Erna Fergusson Venezuela (1939), revela la transformación intelectual de los venezolanos de ya no seguir el ejemplo artístico de los franceses sino de los estadounidenses, y manifiesta que nuestros espacios de pensamiento: “…transido todavía por las calenturas del simbolismo francés y convaleciente del romanticismo, se familiariza con los blues norteños, con las síncopas de Harlem…Entre los intelectuales del sur se lee y se recita a Longfellow, a Poe, a Whitmann”. Con razón el político, historiador y periodista Ramón Díaz Sánchez (1903-1968) será un creador exquisito de novelas y cuentos sobre nuestra negritud venezolana: Mene, Cumboto, Casandra, Borburata. El pensamiento negro configura la dinámica del poder nacional y continental.
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El poder del pensamiento negro también lo denotamos en la sabiduría y en la historia bíblica. El pensamiento y la acción de los negros tiene una centralidad ineludible en la Biblia. En el epígrafe bíblico referido en Hechos 13 dice que ya en el liderazgo de la iglesia cristiana primitiva había un hombre de nombre Simón pero que se llamaba Niger y era un profeta y un maestro. Es decir, tenía conciencia de su identidad y de su misión existencial y espiritual. Niger significa negro. Y de esa palabra se derivan otras palabras que a través de la historia han tenido en inglés connotaciones peyorativas o agresivas, sin embargo siguen teniendo impacto en el mundo actual: nigger, nigga o niggah (en el rap se escucha a menudo) o la denominan también "the N-word". La denominación hacia los cuerpos con la melanina oscura en inglés ha pasado del nigger, luego del uso del "black" por el Civil Movement en los años 60, con la globalización en los 90 se populariza el término afroamericano. Ahora bien, de la palabra Niger viene el nombre del tercer río más poderoso de África. De esa palabra viene el nombre de dos naciones africanas importantes: Niger y Nigeria. En otras palabras: Simón decidió asumir a totalidad su identidad. Yo me llamo negro porque mis raíces no las oculto. Yo me llamo negro porque nosotros hemos fundado civilizaciones (como la egipcia), y hemos creado ciencia y tecnología, literatura y comercio, arte y filosofía. Llámame Niger porque reconozco mi linaje. Porque reconozco cómo me he superado como cultura, como música, como manera de ser y de estar en el mundo. Y además llámame negro porque soy parte del liderazgo profético y de sabiduría de la iglesia de Jesús. Es la savia negra alimentando la misión de la iglesia, su identidad y su fragor. Es la identidad negra impartiendo sobre Pablo su sabiduría y su singularidad. Que me digan negro no me ofende, no me siento subestimado o menospreciado. No sufro de esas susceptibilidades, no sufro de esas hipersensibilidades. Llamarme negro es símbolo de fe, símbolo de profecía, símbolo de superación, símbolo de osadía, símbolo de realeza, símbolo de ser inquebrantable. Llámame negro para recorrer con Pablo la fe que altera todos los sistemas y todas las injusticias. Antes del Black Power, en la Biblia encontramos el Niger Power. Antes del Black Lives Matter, en la Biblia encontramos Niger Live Matter. Llámame negro para seguir a Jesús y su modelo.
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La bióloga y pensadora negra haitiana/venezolana Evelyne Laurent-Perrault (por cierto creó desde hace 26 años el Annual Arturo Schomburg Symposium en Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos) diserta en un ensayo cautivante a “des-silenciar nuestra historia”. Por tanto, esto va más allá de la melanina, va más allá de los clasismos, va más allá de la sociedad transhumana. De los fuegos de estos avivadores trepidantes (Schomburg, Wheatley, Weldon Johnson, Díaz Sánchez, Laurent) podemos seguir expandiendo conciencia y libertad. La historia de lo que somos y de lo que seremos. Así es ser Niger, así es ser negro. Así que, no me llames afrodescendiente, yo soy negro. 
Calabozo, Agosto 2022. 

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