LA GENÉTICA DE LA CASA
Juan 8.35
Por Salvador Montoya/Escritor
Para Mathías, príncipe con la genética
de la casa
1
Hay dos
textos literarios en español que contienen una simbología profética sobre el
poder de una casa. Por una parte está el cuento de Julio Cortázar La casa tomada.
Habla de un par de hermanos que cuidan su casa y luego se tienen que ir de ella
pues unos seres extraños van tomando dominio de los espacios hogareños. Terminan
siendo exiliados de su propio territorio familiar. Porque una casa se sostiene por
el alma de los hijos transferida por los padres. También el venezolano Miguel Otero Silva escribió una novela
titulada Casas muertas donde plantea el
impacto de una epidemia sobre las familias de un pueblo de la llanura
venezolana. Al final para librarse de la enfermedad mortal las gentes tienen
que huir y dejar atrás sus casas muertas. Porque una casa se sostiene por la sanidad
que porten los padres y los hijos. Los seres humanos nos sostenemos por
las casas sanas que habitemos.
2
Jesús de Nazaret disertaba sobre esa genética de casa.
Solos los hijos portan la genética de la casa. Pues los esclavos no tienen
casa. Cada uno de nosotros mayormente tiene dos apellidos que demuestran la
línea sanguínea de dónde venimos. Esos dos apellidos revelan la genética que
portas. Y Jesús de Nazaret
proclamaba: o se tiene genética de esclavo (nunca se siente parte de nada, no
es dueño de nada, su mente está cautiva) o se tiene genética de hijo. El hijo
porta la visión de la casa, la visión y la pasión de sus padres. Aquellos
que nacen espiritualmente en una casa portan la visión de sus padres o madres espirituales.
Ahora bien, así como tenemos hijos físicos, también se engendran y se forman
hijos espirituales. Por tanto, engendrar y formar hijos espirituales revela el corazón
de los padres y el corazón de una casa. En otras palabras, los hijos se van a parecer a la genética
de su casa. Y por supuesto que esa genética se refiere a la identidad,
a la cobertura y a la formación. A la manera propia de una casa de hacer las
cosas, de pensar y de liderar y de prosperar. Eso está implícito en la genética
de la casa.
3
Por consiguiente,
quien
transfiere la genética de la casa son los padres de la casa. Porque ellos
engendran, dan a luz y forman a los hijos. Por ejemplo, yo tengo la genética
de la casa de tres grandes hombres en el ámbito espiritual: de mi padre Jesús Salvador Montoya, del apóstol Félix Figuera (lidera más de dos mil
personas) y del pastor Carlos Fernández
(lidera más de mil doscientas personas). Todos ellos tienen una genética de
multitudes, con un liderazgo de amplio desarrollo nacional e internacional. Y una
organización creciente y sólida. Si soy hijo legítimo esa genética en mi
trabajo constante se va a ir revelando en todo lo que soy y hago. Y eso es lo
que viene sucediendo. Si yo me desconecto de esa genética, se detendrá un fluir
de grandeza. Así que, decía el apóstol Pablo: “Hijitos míos, por quienes vuelvo
a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gálatas 4.19). El apóstol Pablo usa la metáfora profética de la mujer dando a luz,
la usa para una verdad espiritual: para tener hijos espirituales tienes que
darlos a luz. ¿Y cómo? ¿Cómo son esos dolores de parto? Cuando oras por ellos,
cuando ayunas, cuando los visitas, cuando tienes que soportar sus desdichas,
sus malas contestas y sus mentiras o sus irresponsabilidades, su incredulidad. Allí
estás dando a luz hijos espirituales. Pero no todo termina allí: sigue ese
trabajo hasta que sean formados. Muchos son padres realengos: tienen hijos
espirituales pero jamás forman a ninguno, no compran su comida ni su ropa, no
pagan el colegio, no le dan protección ni educación. La verdadera genética de
la casa forma hijos completos, hasta que sean formados en carácter y liderazgo.
4
El apóstol Pablo también nos revela cómo dar a luz y
formar un hijo espiritual. En Filemón 10
dice: “Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones”.
Este código paulino nos revela dos verdades poderosas. Uno: puedes
engendrar hijos espirituales en los peores momentos de tu vida. El apóstol
Pablo estaba en la cárcel pero su espíritu no estaba preso. Él no engendró a un
preso, no engendró a un esclavo. Estaba en un momento de mucho dolor y
desgracia. Sin embargo, él engendró un hijo apostólico. Onésimo era un esclavo
fugitivo, ladrón y de alguna manera un sedicioso. Pero la genética de Pablo era
la genética de grandeza, de multitudes, de sabiduría. Y rompió en Onésimo las
esclavitudes y las cautividades mentales. Y lo engendró y lo dio a luz y lo
formó. Lo formó en un ambiente totalmente adverso: en putrefacción, en cepos,
en hediondez, bajo un sometimiento de hambre y de vergüenza por estar en la
cárcel. Dos: puedes engendrar hijos espirituales desde sus peores prisiones.
Las personas que vas a convertir en tus hijos espirituales no siempre vienen de
las mejores historias o pasados. Vienen desde los peores desiertos y heridas. Pablo
y Onésimo no podían ser más disímiles, más diferentes. Pablo educado, refinado,
culto, políglota con alto rango familiar, social y financiero. Y Onésimo
esclavo, ladrón, fugitivo, sedicioso y totalmente pobre y destruido. Sin embargo,
Pablo sacó lo mejor de Onésimo, su mismo nombre significa fructífero, próspero,
rico. De hecho, Onésimo se convirtió en apóstol y luego por nombramiento de
Pablo Obispo de Éfeso. La gente viajaba mil kilómetros para ir a escuchar al
esclavo que la genética de Pablo había convertido en apóstol. Así que, tú
puedes engendrar, dar a luz y formar los mejores hijos espirituales.
5
Y Pablo
identifica el modelo de formación de un hijo espiritual: “Porque aunque tengáis diez mil
ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré
por medio del evangelio” (1 de
Corintios 4.15). Hay que seguir el modelo de la genética de la casa, el
modelo que trace el padre espiritual de la casa. Y este modelo proviene de
Cristo Jesús y de su evangelio. Así somos engendrados y así somos formados. Todos
los demás ayos (maestros) lo que van a hacer es fortalecer la genética del
padre espiritual. En la antigüedad no había escuelas a las cuales asistir,
entonces se contrataban maestros de diferentes saberes para que los hijos
fuesen formados en lengua, geografía, literatura, modales entre otros. Un padre
espiritual también identifica los maestros relevantes para la genética que se necesita
fortalecer en la casa. La genética de la casa se hace poderosa por la formación
de los hijos y de los herederos. Quien forma hijos forma el modelo del
dominio y de la grandeza. Antes de morir el escritor venezolano Orlando Araujo le escribió un libro a
su hijo menor y le puso por título: Cartas
a Sebastián para que no me olvide. Allí en breves misivas le diserta a su
hijo sobre la vida y el mundo y las verdades del poder. Porque quien forma hijos forma un
proyecto inquebrantable, la genética de lo inolvidable. La genética de
la casa.
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