DESCUBRIENDO EL PODER DE TU ESENCIA

Por Salvador Montoya/Escritor
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En cierta ocasión de niño bebo de una botella a escondidas en la nevera. Pues me gustaba comerme en secreto pedazos de queso, galletas o mermelada, en fin cualquier cosa sabrosa que dejara mi madre allí. Ese día destapé primero el frasco y olí el líquido. El aroma era dulce, placentero, muy grato. Y me dije: “Delicioso, el sabor debe ser más mágico”. Sin embargo al probarlo me frustré, lo que degusté estaba amargo, era intragable. Y entonces tuve que vomitarlo. Mi mamá al escucharme me gritó: “Ajá, un castigo para el ratón de la casa. La esencia de la vainilla no es igual a su olor”.
Hay vidas que sus olores son distintos a su esencia.
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Quien eres es la suma de tu esencia. De allí lo importante de los espejos en la vida diaria. Un espejo refleja tu imagen. Pero tu imagen se refleja dependiendo de la condición del espejo. Los neurocientíficos, hace años atrás, descubrieron que nuestro cerebro tiene neuronas espejo. Éstas se encargan de percibir una acción e imitarla con precisión y éxito. Son las responsables de la empatía humana. Las dio a conocer el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti en 1996. Es decir, si alguien puede saltar una pared, yo lo observo, mis neuronas espejo captan el movimiento y entonces tiendo a imitar la acción ocurrida para lograr el fin proyectado. En palabras de Rizzolatti: una neurona espejo se activa al ejecutar una acción y al observar ejecutar una acción. Por ello tu esencia se refleja en tus acciones.
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Ahora bien, ¿en qué espejo te estás mirando? Si te miras en un espejo sucio, saldrá tu imagen borrosa. Si te miras en un espejo roto, tu imagen saldrá partida aunque tú no lo estés. Porque hay que mirarse en el espejo correcto para saber la condición en la cual estamos. El extraordinario cuadro del pintor español Diego Velázquez de 1656 Las Meninas está pintado desde la perspectiva de un espejo. Es la conciencia del ojo que se mira, la subjetividad que se pregunta por su historia, por su propósito, por su identidad. En 1966 el filósofo francés Michel Foucault en su libro Las palabras y las cosas afirma que ese cuadro plantea una estructura de conocimiento participativa pues invita al observador a entrar en el mundo de la representación dentro de otra representación. En sus múltiples fotografías con famosos ante el espejo el gran fotógrafo venezolano Vasco Szinetar interroga la identidad del sujeto en introspectiva.  Lo incita a una sumersión de inquisiciones. Con razón dijo en su poema inmortal Antonin Artaud: “Vivir no es otra cosa que arder en preguntas” (El ombligo de los limbos, 1925).
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Para descubrir el poder de tu esencia se hace imperativo observarse en tres espejos. El primer espejo es el espejo de tus sombras. Afirma el apóstol Pablo en 1 de Corintios 13.12: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”. Este es el espejo que refleja nuestros errores, nuestras debilidades, nuestras sombras, nuestros claroscuros. Mirarnos en el espejo de nuestras oscuridades fomenta la actitud adecuada para buscar respuestas. Dice el salmista David en el Salmo 19.12: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”. A principios del siglo XX Ramón del Valle Inclán, ese genio de la literatura, inventó los esperpentos. Él dijo: “Las imágenes más bellas, en un espejo cóncavo son absurdas. Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España”. Al fijarse en la imagen que se proyectaba de la gente al pasar por espejos cóncavos y convexos que había en ciertas vitrinas, Valle Inclán retrató a la sociedad de aquel tiempo así: deformada, en quiebra, llena de sombras. Y no lo hizo por afán enfermizo o por tendencia pesimista sino como una terapia para generar una transformación en la mentalidad, en la esencia de las naciones. Porque la grandeza de un pueblo está en superar sus errores, sin caer en una autoflagelación constante. No obstante, sin mirarse los errores no hay excelencia, no hay expansión de logros y metas. En Blancanieves y lo siete enanitos la princesa se preguntaba ante el espejo: “Espejito, espejito que me ves, la más hermosa del reino, dime, ¿quién es?”. Y la respuesta no podía ser mentirosa. Pregúntale a tu espejo cómo eres y una verdad destrabará la oscuridad que te agobia.
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El segundo espejo es el espejo de lo natural. Demuestra la Biblia en Santiago 1.23-24 que: “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego se olvida cómo era”. Es la persona que tiene potencial para lo grande pero se deja llevar por los sinsabores y los engaños de los problemas y de las crisis. Porque quizás en lo natural no hay solución para tu economía, para los problemas de tu familia, para tus propios vicios y falencias pero la palabra tiene respuesta para ti. No olvides quién eres. Eres un hijo de Dios. Es fácil por las guerras, el hambre, las traiciones, las injusticias y el pecado olvidar quiénes somos y lo que Dios hace por nosotros. Por eso el salmista en el salmo 103 afirma: “Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila”. Hay siete beneficios sobrenaturales que el hombre natural tiende a olvidar: el perdón de sus pecados, la sanidad, el espíritu de superación, la redención, la autoridad de gobierno, la abundancia y la fuerza. En la clásica película de Martín Scorsese Taxi Driver de 1976, el personaje principal Travis, interpretado por Robert de Niro, muy perturbado y pensando ya como un criminal entrena desenfundando el arma de frente al espejo y luego de pregunta a sí mismo: “¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí? Dime, ¿Es a mí? Entonces, ¿A quién demonios le hablas si no es a mí? Aquí no hay nadie más que yo. ¿Con quién c*** crees que estás hablando?”. El hombre revestido solo de su propia alma sin gracia, sin amor asume la violencia, el desvarío como su único fin. Su vida se vuelve un monólogo de crímenes. Caín fue marcado en su rostro, la consecuencia de su maldad estaba a la vista de los demás. Sin embargo, Jesús vino a redimir al hombre de ese rostro caído. Es la trascendencia del rostro natural al rostro sobrenatural.
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El tercer espejo es el espejo de la transformación. Es incisivo el apóstol Pablo cuando declara en 2 de Corintios 3.18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Somos la porción de gloria que manifestamos por el espejo de Dios. José Martí escribió en 1893: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Y en el rostro de nuestra humanidad la gloria de Dios. J. K. Rowling en su libro Harry Potter y la piedra filosofal nos habla del espejo de Oesed que tiene una inscripción particular: No muestro el rostro sino el deseo de tu corazón. Moisés anheló la gloria de Dios (Éxodo 33-34) y ella se mostró en su rostro. Y esa es la realidad: para poder manifestar la gloria de Dios en nosotros debemos tener la cara descubierta. Es el despojo de nuestras máscaras. Es dejar brotar la autenticidad, lo genuino que arde en nosotros, nuestra esencia. El mitólogo Joseph Campbell propone en su obra clásica El héroe de las mil caras que si el héroe quiere lograr su propósito tiene que despojarse de lo rancio, del doblez. Así podrá superar los umbrales, las crisis y las pruebas. Tu gloria empieza donde caen tus máscaras. Así es el espejo de la transformación. Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Allí está el espejo.
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El rapero Canserbero en su canción Y en un espejo vi narra el pedido del espejo en su tragedia personal. Pero no hay gloria allí.
En la película Como en un espejo de Bergman cuenta la historia de la mujer enloquecida que quiere encontrarse con Dios pero en tal encuentro hay congojas que no sanan. La gloria es muy poca.
Lewis Carroll en su clásico A través del espejo sigue las aventuras de Alicia y sus ambiciones pero la gloria está fuera del juego.
En la serie Black Mirror (Espejo negro) de Charlie Brooker el espejo de la tecnología tiene finales de hecatombes. Es una gloria fallida.
En la película animada Kung Fu Panda de Dreamworks, Po debe descubrir el secreto del pergamino, allí está el poder ilimitado. Sin embargo, cuando Po abre el rollo solo ve su rostro reflejado en él. Allí hay gloria: si te ves en el espejo de la gloria de Dios crees en ti, crees en tu esencia y tu esencia dice que vencerás, que prosperarás, que serás fuerte porque es la gloria de Jesús en ti, la esencia de Dios en todo lo que haces y vives.
Jorge Luis Borges en su literatura vivió obsesionado con el símbolo poderoso de los espejos. Y en su cuento El espejo y la máscara de su texto El libro de arena de 1975 cuenta la historia del rey que le pidió al poeta de la corte que cantara sus victorias. El poeta lo logra y el rey le regala un espejo. Luego el poeta hace otro canto tiempo después y el rey le otorga una máscara. Al final el poeta recita una revelación poética corta y el rey le entrega una daga con la cual el poeta se mata y el rey se hace mendigo en su propio reino. Tu esencia es descubrir el poder de la gloria que está reservada para ti en la larga travesía de la vida.

Tu esencia tiene gloria auténtica. 

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