ME LLAMO JAZZ
Por Salvador Montoya/Escritor*
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Había sido
un regalo de mi padre para mi madre. Era un radio negro pequeño. Mi madre lo
ubicó en la cocina para así sintonizar las noticias y la música que le agradaba
mientras cocinaba los alimentos. La sazón de la música alimenta el alma y el
espíritu: ese era el mensaje. Yo tendría menos de diez años y ya lo captaba.
Entonces por la noche descolgaba el radio del estante donde estaban la sal y
los ajos, el café y la azúcar y me lo llevaba a mi habitación. Allí trataba de
localizar estaciones radiales extrañas en frecuencias AM. Cierta madrugada di
con una que me llamó poderosamente la atención. Era una emisora del Caribe y el
locutor hablaba de temas diversos: cartas de tarot, un poco de física nuclear,
noticias antropológicas, historias de amor. Y siempre lo hacía acompañado por
música bastante desconocida para mí. Es inolvidable cuando para concluir uno de
los programas el locutor dijo: “Hoy culminaremos con Bob Marley and The Wailers and Is
this love”. Juro que cuando escuché aquellas trompetas, aquel ritmo
positivo y ferviente, aquellos riffs y las voces del canto enamorado y fluido
me dije cuando sea grande quiero hacer esta música, quiero ser esta música toda
mi vida.
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Más adelante
el locutor nombro una palabra que era como un universo, un mundo aparte. Él
dijo: “Jazz”. Y dejó que la sonoridad de John
Coltrane y su A love supreme
invadiera la madrugada solitaria de mi cuarto. Y allí entre penumbras,
duermevela y mis cuadernos escolares llenos de borradores de sueños me encontró
la magia del jazz, del reggae, de la música negra norteamericana. Y entonces me
hice una declaración: me llamo jazz, me llamo reggae. Y nunca más fui el mismo.
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Llamarte
jazz es nacer desde los cantos tribales africanos y las canciones de los
esclavos negros de los Estados Unidos. Así fluye el jazz, desde el Sur de los
Estados Unidos, desde el mestizaje de New Orleáns hasta llegar a Chicago. Llamarte
jazz es entender la naturaleza del blues,
del ragtime, del dixieland. Llamarte jazz también es
cultura afroamericana, cultura de la libertad del espíritu. Ya por los años de
1920, el jazz es potencia, es fuego profético, es avivamiento. Más adelante
entra el swing y el bebop. En Venezuela por la década de
1950, exactamente el 22 de agosto de 1954, es que se da el primer concierto de
jazz. Pero no llega el jazz a Venezuela como superación cultural, como lucha
histórica de libertad y destrucción de barreras racistas y de discriminación.
Llega el jazz casi como joya de élites musicales no como el producto de gentes
que sufrían por la esclavitud, por los infiernos de la exclusión y el maltrato.
Llamarte
jazz es negritud, es poder democrático también. Amiri Baraka es conocido por su pensamiento jazz: “La música negra es esencialmente la
expresión de una actitud o una serie de actitudes frente al mundo y solo
secundariamente una forma de elaborar música”. Es decir, me llamo jazz
porque constituyo una forma de ser libre, de tener consciencia de mi historia
de y de mis potenciales. Con razón decía el trompetista de jazz Bill Dixon: “¿Es negra la música? Yo no sé si puede decirse que sea negra, blanca,
verde o incolora. Lo que resulta evidente cuando yo toco, si he de ser sincero,
es que en tanto negro lo hago partiendo de la experiencia llamada negra”.
Me llamo jazz porque mi música habla del alma que tengo, de la historia que me
sangra en mis sonoridades. Me llamo jazz, así soy.
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Y así fui
descubriendo como un apneísta a Miles
Davis, a Duke Ellington. Es que
me llamo jazz porque contengo multitudes: Chet
Baker, Ella Fitzgerald y así. En
1956, el genio del jazz Thelonious Monk
compuso su poderoso Bolivar Blues. El
nombre de nuestro Libertador en la historia del jazz, en la historia del blues.
Se dice que la pieza musical se llama así porque había un hotel en Manhattan
con ese nombre. Sin embargo, me llamo jazz porque Bolivar también vivió mi
ritmo, Bolivar tenía alma de jazz.
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Me llamo
jazz porque la vida me enseña una escala pentatónica del alma, me enseña su
saxo de alegría, su piano emocional, su improvisación de lava, su tempo
gravitacional. Me llamo jazz para acceder a las cosas extraordinarias pero
desde la lucha, no desde la banalidad. Me llamo jazz para sumergirme en el asombro
de vivir con las almas negras de toda nuestra humanidad.
*Escrito siendo un
adolescente alucinado
Black power
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